Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Sor Nelly León: «No hay nadie más pobre que una mujer privada de libertad»

Sor Nelly León lleva 25 años sirviendo en las cárceles. Incluso se recluyó 18 meses en una de ellas durante la pandemia. Ayuda a las mujeres a alcanzar una nueva vida y, por ello, ha recibido el Premio Zayed a la Fraternidad Humana

Ella, como le ocurrió a la madre Teresa de Calcuta y a muchas otras religiosas, también recibió esa «llamada dentro de la llamada». La suya fue la de vivir entre rejas. Pero no tras las de un convento de clausura, sino entre las de la cárcel donde, por si la durísima privación de la libertad física fuera poco, se añade como una losa el cautiverio del alma.

Sor Nelly es religiosa desde hace 37 años en la congregación del Buen Pastor. Los primeros doce años los pasó trabajando con mujeres jóvenes en los hogares con los que cuenta la orden. «Una misión preciosa, pero en mi corazón siempre estaba esto de las mujeres privadas de libertad». Hasta que la congregación la envió a la cárcel, en lo que considera «la plenitud de mi consagración», dice. La llamada dentro de la llamada. Porque recuerda vivamente que, siendo muy niña, con su escuela visitó una prisión: «Me impactaron las rejas y eso quedó dando vueltas en mi mente y en mi corazón». Y así, con el paso de los años, la pequeña Nelly vio colmado su deseo más íntimo. 

Aunque no era quizá el deseo de la joven Nelly, que se veía casada y siendo madre de muchos hijos. «Yo tenía otro proyecto, pero Dios me trajo por este otro lado y me dio muchas otras hijas con muchos problemas, pero lindas igual», cuenta a ECCLESIA. Esas «hijas» llaman «madre» a esta religiosa de 65 años que lleva 25 trabajando en cárceles; entre otras funciones, es la capellana de la prisión de mujeres de Santiago de Chile. 

La mejor experiencia

En realidad, ha llegado a ser una reclusa más, porque durante la pandemia pasó 18 meses tras las rejas con ellas. Echando la vista atrás, dice que fue la mejor elección posible. Es más, lo define como «la mejor experiencia que he vivido», pese a que fue duro «compartir la desolación, las angustias y los dolores de ellas». Cuando tomó la decisión de recluirse, no había ni una cama para ella. La autoridad carcelaria le ofreció quedarse con las funcionarias de prisiones, pero ella prefirió estar cerca de la capilla, en un despacho donde instalaron un camastro y donde había un baño, pero sin ducha.

Pasaron los meses y llegaron a estar contagiadas un centenar de las aproximadamente 600 internas de la prisión. Sor Nelly se dedicó a conseguir medicinas y preparar agua caliente con limón para aliviar un poco los síntomas de las enfermas. Cualquier pequeño gesto es un mundo en la prisión. Y más en la de la hermana Nelly, donde el Estado provee de comida, pero no de productos higiénicos. Por tanto, las que no tienen familia, recursos o una red de apoyo, ni siquiera se pueden lavar. «Siempre digo que para hablarles de un Dios que las ama, hay que cubrir la necesidad básica, porque no puedo decir a alguien que Dios la ama si vive en la indignidad», afirma. Recuerda que su fundadora, santa María Eufrasia Pelletier, llama a las mujeres de su orden a abrazar a otras mujeres, a las más pobres de entre las pobres. Para sor Nelly, «no hay nadie más pobre que una mujer privada de libertad».

Es lo que dijo al papa Francisco cuando lo recibió en enero de 2018 en el gimnasio de la cárcel. La religiosa recuerda que, para las mujeres, la visita del Pontífice «fue un momento de libertad», porque «antes nadie las veía». «“Vos sos una campeona”, me dijo el Papa», rememora. Francisco sabía de su obra, la Fundación Mujer Levántate, que desde 2009 trabaja para la reinserción de estas reclusas. Y lo hace con un increíble porcentaje de éxito, porque solo reincide el 5 % de las mujeres que participan, es decir, el 95 % se reinsertan en la sociedad. Esta obra opera reconstruyendo primero a la mujer privada de libertad desde la propia prisión. Una vez fuera, la fundación les ofrece una residencia o casa de acogida donde pueden ir recobrando una vida normal a través de un programa muy personalizado, guiado por distintos profesionales. «La Fundación tiene cuatro pilares: la acogida del Buen Pastor, la misericordia, la justicia restaurativa y el perdón», resume sor Nelly. 

La clave es la espiritualidad del Buen Pastor: «Me impacta mucho la imagen de Jesús con la oveja perdida en los hombros. Y me imagino que no es una oveja linda, sino que es una oveja que está sucia y hedionda. Creo que cada mujer que se levanta es como esa oveja que hay que ponerse en el hombro y ayudar por un tiempo a que pueda volver a caminar». Las presas son sus ovejitas. Ella las recoge de los caminos oscuros de la vida donde se han quebrado una pata o se han manchado perdidas entre la maleza y las lava y cura con paciencia y ternura. Por eso, sus ovejitas la llaman «madre». Como lo hace aquella mujer que, después de haber sido prostituida, se convirtió en proxeneta y terminó presa condenada por tráfico de drogas. Pasó por Mujer Levántate y, después de seis años en libertad, vive una vida normal. «Ella misma dice: “Yo fui un cántaro roto, pero la fundación me ayudó a recomponerme y hoy día soy una mujer libre. Me siento digna. Y mi pasado no es mi presente ni mi futuro”», explica la hermana Nelly que habla de esta mujer reinsertada con verdadero orgullo. Hasta los funcionarios de prisiones la llaman «madre». Sor Nelly cuenta que a muchos de ellos incluso los ha preparado para el matrimonio desde la capellanía. 

Al menos esas son las historias bonitas que ha podido escuchar entre rejas durante estos años. Otras son irreproducibles. «Muchas veces, pasa que las chiquillas me cuentan sus historias con tanto dolor que al sacerdote simplemente le digo: “Mira, esta mujer o esta chica solo necesita la absolución, porque, para ella, volver a contar su historia es muy doloroso”», indica.

Lleva casi media vida escuchando —«sin juzgar», añade— a todas estas mujeres en las que nadie deposita ninguna esperanza. «Yo siempre digo que el día que a mí no me duela la realidad de una mujer, lo dejo. Pero, a día de hoy, todavía lloro con las mujeres cuando conozco sus situaciones, cuando pasa algo afuera que afecta a sus familias o cuando tienen que seguir presas». En esos momentos, la religiosa recurre «a la oración, a la Eucaristía y a la comunidad». «Y creo que Dios da la gracia en el fondo. Humanamente, hay cosas que son incomprensibles, pero desde la espiritualidad se pueden entender», destaca.

Esta revista habla con sor Nelly en Roma. Acaba de regresar de Abu Dabi donde, por toda esta labor, ha recibido el Premio Zayed a la Fraternidad Humana. Por quinto año consecutivo, este galardón reconoce a quienes han transformado la realidad que les rodea, hombres y mujeres de todas las latitudes y credos que con sus obras promueven los valores recogidos en el Documento sobre la Fraternidad Humana suscrito en 2019 por el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayeb. «Es alentador ver que el camino es de diálogo, compañerismo y estima mutua. El hecho de que estos homenajeados hayan sido seleccionados entre un gran número de candidatos es otra señal más de que los valores celebrados y promovidos en este día están resonando en toda nuestra familia humana», escribía el Papa en su mensaje con motivo de la entrega de los premios.

Tras Abu Dabi, Francisco recibió a los premiados en Roma. Sor Nelly León asegura que el Santo Padre sabe muy bien quién es ella y cuál es su labor: «Me motivó a no dejar la cárcel, a continuar. Fue muy cariñoso. Nos recordó la importancia de vivir Mateo, 25. En mi caso, la frase “estuve en la cárcel y vinisteis a verme”». Para la hermana Nelly recibir este premio ha sido muy impactante, porque no se explica cómo, desde ese lado del mundo, han reconocido la realidad en la que trabaja. «Si es una obra muy pequeña frente a los otros ganadores, que eran obras muchísimo más grandes…», comenta todavía algo incrédula. Para ella, el premio tiene una connotación moral importante, porque invita a «construir fraternidad en una sociedad muy personalista, incapaz de mirar y acompañar a los otros».

El galardón también lleva aparejado un dinero que es como el maná bajado del cielo para una obra en la que todo son necesidades. La religiosa está pensando en apuntalar los proyectos de su fundación y extender estos programas a otras cárceles del país. Hay muchas hijas que necesitan una madre, muchas ovejas a las que curar y devolver al rebaño al que pertenecen, en el que son amadas, y del que nunca deberían haber sido apartadas. Sor Nelly sigue teniendo fuerzas para ser la buena pastora que se eche a todas ellas a los hombros. 

This Pop-up Is Included in the Theme
Best Choice for Creatives
Purchase Now