La situación en Ucrania es realmente difícil. La guerra continúa y no se ve un futuro de paz. La situación más dramática se registra en la zona fronteriza con Rusia, donde siguen los combates y la guerra es más cruenta. En Leópolis, la vida se acerca lentamente a la normalidad. Podemos salir de casa, dar una paseo, ir a la tienda… Sin embargo, hay cosas que nos devuelven a la realidad: las alarmas diurnas, los misiles y los drones kamikazes. Nos ponen en alerta y provocan miedo, tristeza y dolor a la población. La electricidad va y viene. Sin luz, no podemos poner la calefacción, no podemos cocinar, los niños y niñas no pueden estudiar ni hacer sus tareas… Nos mantenemos cerca de todas estas personas que sufren, sobre todo, de niños y jóvenes.
Mientras, volvemos a celebrar la Navidad sufriendo, pero con la esperanza de que pronto todas las familias puedan volver a casa y estar unidas. La ilusión y la esperanza que trae la Navidad a los cristianos permanece entre nosotros a pesar de las dificultades. Es la gran fiesta de la familia. Es el momento en el que nos unimos para rezar, nos encontramos, estamos juntos, nos sostenemos unos a otros… Y todo esto aunque se oigan explosiones y alarmas. En todos está la esperanza de que la próxima Navidad sea diferente, como las de antes.
El dolor por la pérdida de una vida es el dolor más grande que existe. Y es cierto que es muy difícil mantener la alegría por el nacimiento del Niño Jesús cuando se han perdido seres queridos. Son fechas en las que las familias y amigos pasan mucho tiempo juntos y se echa en falta a los que no están. Los que están lejos de casa esperan volver lo antes posible. Pero en este dolor siempre está viva la esperanza en quien nació para salvarnos a todos. Sentimos cerca a Jesús.
Esperamos que 2024 nos traiga la paz para poder trabajar, jugar, estudiar, pasear, hablar, cocinar… Esperamos que nuestras vidas puedan volver a la normalidad.