«Lo social no puede ser algo aparte del Evangelio. El Evangelio es motor de cambio social», explica en conversación con ECCLESIA pocos días después de anunciarse su nombramiento
Vicente Martín Muñoz es uno de los dos nuevos obispos auxiliares de Madrid —el otro es José Antonio Álvarez—. Natural de La Nava de Santiago (Badajoz), donde nación el 16 de septiembre de 1996, ha estado muy vinculado desde siempre a la actividad caritativa y social. Le marcó mucho su paso por los barrios del Gurugú y los Colorines.
Pero vayamos más atrás, a su vocación sacerdotal. Porque a Martín, Dios le ha ido indicando el camino, a veces, casi sin saberlo. De hecho, entró en el seminario menor, no por la vocación —dice que entonces no sabía ni qué era—, sino para continuar sus estudios. A lo largo de los años, fue oyendo hablar de ella, hasta que, tras hacer COU, entró en el mayor. «Es como esa llovizna fina que, poco a poco, te va calando y, casi sin darte cuenta, te empapa», explica a ECCLESIA apenas dos días después de anunciarse su nombramiento.
Como en la vocación al sacerdocio, Dios también lo fue llevando poco a poco hacia la caridad y lo social, aunque en este campo ya había una semilla, pues siempre estuvo interesando en cuestiones como la psicología, la sociología o las ciencias políticas. El punto culminante fue cuando el arzobispo Santiago García Aracil lo envió a la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, en los barrios del Gurugú y los Colorines, en Badajoz, ambos de extrema exclusión y que hasta su llegada atendían los misioneros oblatos. Son barrios periféricos, de realojo, «la corona de espinas que rodea la ciudad de Badajoz», según palabras del arzobispo Antonio Montero. «Es una parroquia que ha marcado mucho mi vida. Me llevó a los más pobres, que me llevaron a Dios sin ser ellos conscientes», confiesa.
Allí descubrió también que la caridad no puede ir al margen de la vida espiritual. «Lo social no puede ser algo aparte del Evangelio. El Evangelio es motor de cambio social», agrega.
Cuando terminó su misión en esta zona, le tocó pasar del corazón a la cabeza todo lo vivido y, por eso, continuó formándose hasta que le tocó, con sus propias palabras, «una lotería»: ser el delegado episcopal de Cáritas Española y, más tarde, director de la Subcomisión para la Acción Caritativa y Social de la Conferencia Episcopal. Y vivir en Madrid, donde, tras hablar con el actual arzobispo, se integró en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, con un marcado carácter caritativo y social, aunque él prefiere hablar sin adjetivos: «Es una parroquia. Intentamos impulsar el sentido comunitario de la fe». Habla de crear comunidades acogedoras, fraternas, que sean espacios de encuentro, de humanización, de cuidado. Porque desde ahí es desde donde se puede responder, por ejemplo, a la acogida de migrantes.
E insiste: «La caridad forma parte del proceso de evangelización y en la caridad, desde el amor, se evangeliza». De hecho, cita a Benedicto XVI para afirmar que el agente de caridad debe saber cuándo es oportuno hablar de Dios y cuándo es oportuno callar para que hable el amor, porque «el amor es el lenguaje de Dios».
Vicente Martín cree que fortalecer el sentido comunitario es uno de los grandes retos de la Iglesia en Madrid, pues «la fe es personal, pero no individualista». «El gran reto es construir comunidades acogedoras», continúa. En esa tarea, deben entrar en juego de manera coordinada todas las dimensiones de la vida de la Iglesia —acción caritativa, liturgia, economía…—. «El contexto de secularización, relativismo social y crisis acumuladas reclaman una respuesta unitaria, una oferta de sentido de Dios, un anuncio del Evangelio y un trabajo por la justicia», concluye.