Estimadas y estimados, hoy querría hacer mención al proyecto de «Ley trans» del Parlamento de Cataluña. Este proyecto de ley contiene una cuestión sorprendente: a partir de los doce años los niños se transforman en «superadultos», dado que la propuesta de ley exige que prevalezca la voluntad de estos niños cuando decidan que quieren transformar sus cuerpos e identidades administrativas. Si la familia no está de acuerdo, entonces la Generalitat propondrá un mediador. Pero no para «mediar», como su nombre indica, sino meramente para asegurar que «la decisión final respete la opinión de la persona menor». Si las cosas son así, el hecho de que los propios padres se opongan a adoptar el punto de vista del niño será un ejercicio de «violencia familiar» que, entonces, podrá autorizar a la Administración pública a actuar. En conclusión, si este proyecto de ley sale adelante la madre y el padre efectivos de todos los niños de nuestro país pasará a denominarse «Generalitat de Catalunya».
Por el contrario, ante este despropósito, no deja de ser significativo que el pasado mes de enero la opinión pública respondía de manera favorable a la propuesta del Gobierno central de legislar para evitar que los contenidos pornográficos llegaran a las pantallas de los niños y de los adolescentes, con la argumentación que son personas inmaduras y que no se encuentran preparadas para enfrentarse a según qué tipo de imágenes. ¿En qué quedamos? ¿No hay madurez para los contenidos «porno» y, en cambio, hay madurez para cambiar de sexo?
Por todo esto, ante este proyecto de «Ley trans», nos felicitamos de la posición adoptada por las Feministas de Cataluña que, por medio de su Presidenta, la Dra. Sílvia Carrasco, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, se están oponiendo. Ya en el mes de noviembre de 2022 registraron en el Parlamento el estudio De hombres adultos a niñas adolescentes, en el que se analizan datos del mismo Departamento de Salud donde se constata el aumento exponencial del número de niños y de chicas adolescentes que se declaran «trans» y que, siguiendo el «modelo afirmativo» de Tránsito, son sometidos a tratamientos hormonales y quirúrgicos que paran su crecimiento y los enferman por siempre jamás. Lejos de resolver problemas reales ―afirman las Feministas― lo que hace es aumentarlos, desprotegiendo a la infancia, a las mujeres, a las personas homosexuales y a las personas que sufren un rechazo de los atributos sexuales de su cuerpo. También señalan como, a veces, la falsa fuga del propio cuerpo esconde problemas y vulnerabilidades de un entorno social hostil y frívolo.
En los últimos años, hemos sufrido un bombardeo «transgenerista», imponiéndose, desde la educación hasta la sanidad, que no hay dos sexos sino muchos, que el sexo se puede cambiar, que existe una «identidad de género» innata al margen del cuerpo sexuado, que el derecho a la salud pasa por el autodiagnóstico y la medicalización a demanda, y que criticar estas creencias viene a ser como un delito de odio asimilable al fascismo. Por el bien de nuestros niños y adolescentes, paremos estos despropósitos.
Vuestro,