La guerra está devastando Tierra Santa. Más allá de los enfrentamientos ideológicos y los entresijos políticos, nadie puede obviar el dolor que se multiplica desde hace meses entre la población civil, incluida la comunidad cristiana. La Iglesia se posiciona sin ambages por la paz y la reconciliación, y organizaciones como Cáritas hacen lo posible por paliar los efectos de la violencia. De ello hablamos con Anton Asfar, su secretario general en Jerusalén.
¿Qué se está viviendo en este momento en Tierra Santa? La situación actual es terrible. Hay una gran incertidumbre, ni siquiera sabemos qué va a pasar mañana con la comunidad local.
¿Cómo es el día a día de Cáritas en la zona? Cáritas realiza intervenciones sociales, de desarrollo comunitario, de salud y de respuesta de emergencia, especialmente en el Cisjordania, Jerusalén y la Franja de Gaza. En el aspecto sanitario, ofrecemos cuidados primarios para la comunidad local a través de nuestros dos centros médicos, uno en la zona de Taibé, en Ramala, y el otro en Gaza, aunque desafortunadamente este último, Al-Shateq Camp, ha sido parcialmente dañado por los bombardeos aéreos. A lo largo de Cisjordania tenemos programas de desarrollo comunitario, de seguridad alimentaria, de empoderamiento para jóvenes y mujeres, de inclusión, de cuidado para personas con discapacidad, mayores y marginalizadas. También hemos estado trabajando en Rafah antes de la invasión, y actualmente operamos en Dalal Balah, Khan Younes y Nusrat Camp.
¿Cuáles son sus principales necesidades ahora mismo? Fundamentalmente, las relacionadas con el sector de la salud, cuya infraestructura ha sido totalmente destruida en Gaza. A corto plazo, la comunidad necesita comida, equipos de higiene, alojamiento, programas de limpieza y agua…
Más allá de la asistencia más urgente, ¿cómo contribuyen al sostenimiento de un horizonte de mínima prosperidad? Debido a la pérdida de ingresos de la comunidad, proporcionamos ayudas con el objetivo de inyectar algo de efectivo para sus necesidades, ya sea pagar facturas, comprar alimentos o el alquiler. También ofrecemos oportunidades de empleo en el sector empresarial, capacitando a los jóvenes y dando formación, e intentamos ayudar a las escuelas pagando parte de las matrículas de los alumnos, sobre todo de los cristianos matriculados en escuelas privadas de Belén, de la Gobernación y de Cisjordania, que están al borde del colapso.
¿Cómo es la situación de los cristianos? Muy mala. Tras las órdenes de evacuación de los militares israelíes en zonas muy cercanas a la Iglesia de la Sagrada Familia en Gaza y de la Iglesia Ortodoxa en Al Zaytún, la comunidad cristiana está muy asustada. Permanecen en sus asentamientos, atemorizados por los francotiradores; de hecho, hemos cerrado nuestra clínica de emergencia en la zona de Al Zaytún por los disparos continuos y después de perder a dos miembros de nuestro personal, Issam y Viola. Muchos de los cristianos que había antes del cierre de las fronteras de Rafah han abandonado Gaza, emigrando a otros países; si antes de la guerra había unos mil cristianos en Gaza, ahora hay menos de 630 cristianos. Y muchos están planeando marcharse.
¿Está la comunidad internacional a la altura de las circunstancias? ¿Notan la solidaridad de los benefactores de Cáritas? Recibimos de nuestras organizaciones hermanas cartas de apoyo y oraciones, mensajes, a veces visitas. Hay que solicitar a los gobiernos que presionen para que se produzca inmediatamente un alto el fuego duradero en Gaza y se trate de volver a las negociaciones para buscar el fin a estos largos años de conflicto, que no comenzaron el 7 de octubre, sino que comenzaron hace muchos años. También hay que insistir en el establecimiento de corredores humanitarios seguros.
¿Cómo podemos ayudar desde lejos? No permitiendo divisiones. Necesitamos que las personas se unan. El único objetivo es el final de esta guerra, traer paz a la tierra de nuestro Señor Jesucristo y aliviar el sufrimiento de la gente. Debemos seguir orando por la paz, seguir apoyando la tierra sagrada, y esto no es una cuestión de un día. Debe ser un proceso continuo. Y cuando termine la guerra, se necesitará una intervención de muchos años para reconstruir Gaza y fomentar un proceso de reconciliación entre las dos sociedades que deben unirse para traer paz a esta tierra.