El presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid afirma que «el ambiente de los hechos y las manos», como se ha visto en Valencia tras la tragedia, favorece el diálogo: «Hemos visto cómo escobas y palas eran cauce de diálogo»
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española participado en la inauguración de la Semana Social de España, el ambiente de las manos y de los hechos —como se ha visto en la tragedia de Valencia— favorece el diálogo
Al hablar de la Semana Social de España, acogida estos días en Valladolid y que recoge las aportaciones de diócesis y entidades católicas sobre el diálogo como camino para la Iglesia, el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española puso encima de la mesa un hecho histórico acontecido: La Controversia de Valladolid.
Un diálogo en el que los teólogos van a concluir que todos los humanos tienen alma, al hilo de la pregunta sobre si los indígenas también la tenían. Una cuestión que luego tiene implicaciones políticas, pues a esas personas ya se les considera ciudadanos españoles del otro lado del océano en la Constitución de 1812.
Una referencia que ha servido al arzobispo para recordar que el diálogo supone aceptar dos puntos de apoyo: el Logos y la posibilidad de verdad, «la aceptación común de una verdad previa» y la aparición de un tercero, que es el que sufre, el que tienen un dolor insoportable.
En este sentido, ha tomado el ejemplo de la reacción que ha provocado entre la población la catástrofe de Valencia para afirmar que hay un ambiente que favorece el diálogo, un ambiente que es el de las manos y los hechos. «Hemos visto cómo escobas y palas eran cauce de diálogo. Escobas y palas han sido expresión de un diálogo sorprendente», ha recalcado. Un ambiente que, ha añadido, «despeja la niebla que impide reconocer la verdad, que aparece».
Así, ha dicho que hay formas de diálogo en el momento actual que no son más que un modo o vía para vender al contrario, como «una civilizada forma de guerra social». Y ha puesto enfrente la propuesta de la Iglesia, que en los últimos tres años ha realizado «un ejercicio singular de escucha, de diálogo, de discernimiento que hemos llamado Sínodo». «El diálogo en la Iglesia puede ser una profecía social», ha concluido, parafraseando una de las expresiones del Documento Final del Sínodo.