Católicos y científicos: Ramón Prieto Bances, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
Ramón Prieto Bances (1889-1972) fue Catedrático de Historia del Derecho en varias universidades españolas (Murcia, Salamanca y Oviedo), materia en la que desarrolló investigación científica además de docente. Republicano moderado, fue Subsecretario y después ocupó la cartera de Instrucción Pública y Bellas Artes en el gobierno que presidiría Alejandro Lerroux en 1935.
En ese mismo año sustituyó a José Castillejo como sec
retario de la Junta de Ampliación de Estudios en Investigaciones Científicas (JAE), de la que había sido pensionado. Al estallar la Guerra Civil tuvo que huir del Madrid republicano por pesar sobre él una condena a muerte por parte del Frente Popular. Le acompañaron en la huída por similares motivos nada menos que Ramón Menéndez Pidal y Gregorio Marañón. Los tres acabaron renegando del bando del Frente Popular. Impartió clases en las universidades de Londres, Friburgo y Coímbra y volvió a España, donde fue depurado con sanción de desposesión de cátedra hasta 1944.
Sobre su persona se llegó a decir “Hombre religioso, bueno y muy católico, [que] no dejó de frecuentar la Iglesia y de asistir a sus cultos, ni aun en los días de completo laicismo, de agitación y desenfreno” (Enrique Esperabé de Arteaga, Diccionario enciclopédico ilustrado y crítico de los hombres de España, Madrid, Gráf. Ibarra, 1956).
Fue Académico de la Historia y miembro de número del Real Instituto de Estudios Asturianos, en el que ingresó el 27 de mayo de 1955 con el discurso “El mensaje de la Cruz de los Ángeles”, en cuyo discurso dijo entre otras cosas: “Varias veces le oí contar a mi padre lo siguiente: “Tú tenías dos años. Era yo alcalde de Oviedo. Un día, terminada la exposición del Santo Sudario, subimos a la Cámara Santa, allí el Sr. Obispo, mi gran amigo Fray Ramón Martínez-Vigil, te hizo besar las reliquias, y después, hincado tú de rodillas, el prelado, piadosamente, tomó en sus manos la cruz de los Ángeles y con ella te bendijo”…¿Tuve en aquel acto el germen de mi fe? …Sólo puedo decir que la Cruz de los Ángeles parece contener mi vida entera: el amor a mi Dios, que nunca me ha faltado, el amor a mis lares, que son mi casa y mi ciudad, y el amor a un Derecho que creo cada día con más firmeza porque va unido a una religión que no puede morir”.