El arzobispo de Valladolid fue elegido este martes para liderar el episcopado español tras lograr 48 apoyos. Le acompaña en la vicepresidencia el cardenal José Cobo
Apenas tres horas después de ser elegido como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, saca un hueco para atender a la revista ECCLESIA. Una conversación que nuestros lectores podrán ver ampliada en el número de abril de nuestra publicación. El prelado fue elegido este martes para liderar al episcopado español tras lograr 48 apoyos en la primera votación.
¿Qué supone para usted ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal por una amplia mayoría de obispos?
Una responsabilidad y, al mismo tiempo, un agradecimiento a la confianza de los hermanos en el episcopado. También una expresión de lo que significa ser obispo, que no se es solo de una diócesis, sino que se forma parte del colegio de los Doce, que aterriza de forma especial en la Conferencia Episcopal.
¿Qué pueden esperar los obispos y los fieles españoles de su mandato?
Una fidelidad a la encomienda y a lo que los propios obispos y sus debates prevén. Me gustaría, como dicen nuestras orientaciones pastorales para este tiempo, animar a todos a ser fieles al envío misionero.
¿Qué importancia tiene haber salido en su primera comparecencia con el vicepresidente?
Hemos querido subrayar la colegialidad. Los obispos no nos regimos por bandos, como, a veces, se nos coloca en los medios de comunicación. Queremos, juntos, con nuestra forma de ser y sensibilidad, responder a la encomienda que hemos recibido, que es fundamentalmente una encomienda de comunión.
Teniendo en cuenta, como usted ha dicho, que los números de la vida eclesial disminuyen y la gente vive alejada de Dios, ¿cuáles son sus ideas o propuestas para que Dios vuelva a ser decisivo en la vida de las personas?
Esto pasa por el testimonio de cada uno de los creyentes. Es cierto que forma parte de un diálogo y un debate cultural ante tantas preguntas que nuestros contemporáneos tienen. Se trata de ofrecer un testimonio iluminado, de proponer desde el Evangelio respuestas y propuestas concretas a esas inquietudes.
Por su trayectoria y formación, también ha ofrecido un certero análisis de la situación política y social. ¿Cuál es su análisis sobre lo que sucede en España en estos momentos?
Creo que articular una propuesta de verdadera convivencia es un gran desafío. Esto es un tema que ha salido en los últimos debates. La convivencia expresa que vivimos juntos y que este vivir juntos supone aceptar unas reglas del juego, respetarlas y querer el bien común de todos, cuidando su dignidad. Esto pasa por un esfuerzo de diálogo, pero el diálogo no puede ser solo una propuesta de campamento de fin de semana, supone la aceptación de la razón, de su importancia, y de un marco común de referencia, que tiene que ver con el Estado de derecho, la división de poderes, la importancia del marco constitucional. De que cada uno de los poderes del Estado puedan desde el marco común gozar de respeto, independencia y propuestas compartidas.
A usted que le gusta el fútbol y viendo lo que está sucediendo en Francia o incluso en España. ¿Se está perdiendo el partido de la defensa de la vida?
La defensa de la vida es fundamento del resto de derechos. Es una causa en la que creyentes y no creyentes, pero con un sentido moral común basado en la dignidad humana, siempre están dispuestos a defender. La noticia que hemos recibido de Francia no es buena para esta causa, pero es un desafío. Debemos experimentarla como una llamada para creyentes y no creyentes que creemos que la defensa de la vida es una línea roja a partir de la cual se defienden todos los demás derechos.