La principal exposición nacional de arte sacro plantea este año un relato sobre el encuentro en Villafranca del Bierzo y Santiago de Compostela
Contar y dar pública manifestación de la fe y la cultura». Con el espíritu más propio de la Fundación Las Edades del Hombre, expresado por su gerente, Julio César García, se inauguró el pasado junio por parte del rey Felipe VI, la XXVII edición de esta muestra, «máximo exponente nacional» en difusión de arte sacro —en sus 36 años de andadura, ha recibido más de 12 millones de visitantes para contemplar las 5.200 piezas expuestas—, que une Villafranca del Bierzo y Santiago de Compostela a través de la Ruta Jacobea bajo el título de Hospitalitas. Partiendo de la noción primitiva de solidaridad, el recorrido y evolución del concepto de hospitalidad —siempre ligado al camino de los peregrinos que hermana las dos sedes— emerge como protagonista de la exposición, pues, como señala Mario Iceta, arzobispo de Burgos, «el arte no entiende de fronteras; entiende de puentes y de hospitalidad». La provincia de Burgos, por cierto, participa en Hospitalitas con la cesión de hasta 25 obras de arte.
El propio Julio César García explica que este formato «es un desafío para la fundación, porque, de forma un tanto original, es una edición como no ha habido otra igual, que supera las fronteras de Castilla y León para convertirse en una edición completamente nacional desde Castilla y León y para Castilla y León, con dos puntos fundamentales en los que se van a desarrollar las sedes expositivas: Villafranca del Bierzo y Santiago de Compostela como contrapunto, con presencia de las catedrales vinculadas al Camino de Santiago y a la Ruta de la Plata. Todo, además, con unos medios audiovisuales especiales para contar y dar pública manifestación de la fe y de la cultura, y con agradecimiento especial para las once diócesis de Castilla y León». En opinión de monseñor Iceta, este proyecto demuestra «el poder unificador de la herencia común» no solo en el ámbito de la fe, si no también del legado histórico, religioso y cultural de los españoles.
Apreciando que el destino por excelencia de toda peregrinación es y será Santiago de Compostela, el punto de partida debe ser, pues, el municipio —aproximadamente 3.000 habitantes censados— de Villafranca del Bierzo. Según apunta el secretario general de la Fundación, José Enrique Martín, «la presencia de Las Edades supone un impacto importante como palanca de desarrollo», por lo que estamos ante «una oportunidad y un reto para toda la comarca del Bierzo, que debe reforzar a Villafranca en su condición de hito en el Camino, con su patrimonio religioso. Es un lugar de obligada visita, también de cara al futuro». El objetivo es claro: «Queremos que Hospitalitas sea una punta de lanza para un turismo religioso. Por eso, tenemos la necesidad de definir bien las experiencias turísticas concretas en torno a un evento que debe fortalecer el desarrollo, creando riqueza y empleo. Trabajamos en una propuesta de actividades culturales religiosas paralelas». Según ha expresado monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga, «para el Bierzo y la diócesis significa una oportunidad de evangelización, porque la contemplación del arte conducen a nuestro Señor. Además, nos ofrecerá la oportunidad de ejercitarnos en virtudes como la hospitalidad o la acogida».
La experiencia de Villafranca se divide entre la iglesia de Santiago —conocida por su emblemática Puerta del Perdón—, donde espera al visitante una experiencia audiovisual inmersiva que convierte las paredes de este templo románico en una sala de proyección de 360 grados gracias a técnicas pioneras en su aplicación al patrimonio religioso, y la colegiata inacabada de Villafranca —s. XVI—, «que quiso y de un modo fue catedral, y donde se han articulado casi milagrosamente unos espacios sorprendentes», detalla el comisario de la muestra, el sacerdote Miguel Ángel González, licenciado en Geografía e Historia, experto en arte y actual director del archivo de la diócesis de Astorga. Entre uno y otro espacio hay aproximadamente diez minutos caminando. La visita a todo el patrimonio expuesto en Villafranca cuesta seis euros, mientras que la entrada conjunta con la muestra de Santiago de Compostela apenas asciende a quince.
La gracia de la acogida
«El subtítulo que recorre la exposición vendría a ser algo así como “La gracia del encuentro”, y es porque el encuentro, como la acogida, marca la hospitalidad», prosigue González. Muestras de ello se pueden encontrar en la colegiata, donde la colección se organiza a partir de un relato escrito por el padre dominico Sixto Castro, que comienza con un preámbulo centrado en las obras de misericordia corporales y desemboca en cuatro estancias: Littera Gesta. Todo parte de una historia; Allegoria Credere. ¿Qué he de creer?; Moralis Agere. ¿Cómo he de actuar? y Anagogia Tendere. ¿Qué me cabe esperar? En total, la sede de Villafranca del Bierzo alberga un centenar de piezas, entre las que obras de Gregorio Fernández, Luisa Roldán, el Greco, Gil de Siloé, Juan de Juni o Luis Salvador Carmona comparten espacio con artistas más recientes, como Venancio Blanco o Vela Zanetti.
Mientras que para el secretario general de la fundación «el pilar básico es la construcción del relato con obras de calidad», el comisario de la muestra destaca que, «si cada imagen vale más que mil palabras, aquí encontramos un discurso inacabable». En este relato, cabe destacar, por ejemplo, un Cristo en casa de Marta y María, de Bacheler, único óleo sobre lienzo firmado por una mujer en esta edición, procedente de la catedral de El Burgo de Osma. Del mismo modo, el visitante se sentirá sobrecogido ante una anónima Acogida de los peregrinos; una obra sobre la necesidad de vestir al desnudo en la carne de san Martín, pintada por Gregorio Fernández y traída desde Valladolid; un relieve burgalés del siglo XIV en el que se aprecia a Jesús dando la vista a un ciego; un puñado de escenas de san Pedro en la cárcel, de Juan de Pinilla, que nos hacen reflexionar sobre la visita a los presos; la Multiplicación de los panes y los peces, de Antolínez; y una escultura sobre el entierro de Cristo, de Alejo de Bahía, «muy fino y delicado», en opinión del comisario, extraída de un retablo sobre la vida de Jesús en Becerril de Campos.
Pese a lo destacado de su calidad, no todo son temas bíblicos ni pictóricos en la exposición, pues también es posible disfrutar capítulos referentes a la mitología clásica en relación con el tema de la hospitalidad, obras donde no faltan las puertas abiertas y los banquetes o escenas de unos dioses que protegían el comercio y, con él, los viajes, germen de las peregrinaciones. Así, junto a figuras de santos acogedores, como san Julián y santa Basilisa, sobresale un Banquete de Aqueloo, de Hendrik de Clerck, perteneciente al fondo del Museo del Prado, un ejemplar de las Metamorfosis, de Ovidio —libro perteneciente al monasterio de Huerta, en Soria— y un tapiz sobre la vuelta de Odiseo a Ítaca.
Metáfora del Camino
La segunda parte de la exposición se desarrolla en Santiago de Compostela, una ciudad que tiene en su centro «la hospitalidad y el encuentro» y que, «además de meta de tantos caminos, se erige en ciudad de concordia», en palabras de su alcaldesa, Goretti Sanmartín. Una reflexión en la que coincide con monseñor Francisco José Prieto, arzobispo de Santiago, para quien esta muestra en dos partes «invita a trazar un camino que vincula dos sedes» que actúan en sí mismas como «metáfora del camino y de su meta», una «síntesis de los Caminos que conducen a la tumba del Apóstol».
Ya en tierras gallegas, la representación tangible de la hospitalidad propia del Camino de Santiago se erige sobre 170 piezas singulares que pueden admirarse en la catedral y en el monasterio de San Martín Pinario, espacios que son arte en sí mismos, que deslumbran y ayudan a transmitir este encuentro y acogida. Esta muestra se articula en torno a un hilo conductor muy célebre y muy de la tierra: los conceptos de «hospitalidad, caridad, acogida y solidaridad» recogidos en el Libro V del Códice Calixtino, expuesto, precisamente, en la cripta catedralicia. Estos mandatos fueron recogidos en el Scripotrium compostelano impulsado por el arzobispo Xelmírez y que siguen vigentes para las peregrinaciones a la tumba del apóstol.
Como no podía ser de otra forma, a estos nuevos espacios expositivos les correspondía otro comisariado, habida cuenta de la abundancia, variedad y exuberancia de las piezas. Así, el visitante de Las Edades del Hombre en Santiago de Compostela puede igualmente deleitarse con un sepulcro pétreo del siglo XII y 2.000 kilos de peso que con un fácismil del citado Códice, ya sea con el báculo usado por Juan Pablo II en su visita a Santiago en 1989 o con una talla datada en el año 1.047, dos décadas antes de construirse la propia catedral que hoy la acoge. Y, si en Villafranca del Bierzo se puede admirar un Greco, en la capital gallega cuentan con un Murillo y un Berruguete, esculturas de Asorey, Salvador Carmona y el sublime Maestro Mateo.
Daniel Lorenzo, sacerdote y director de la Fundación Catedral de Santiago de Compostela, y Ramón Yzquierdo, director técnico-conservador del Museo catedralicio, proponen una historia a través de nueve ámbitos muy elocuentes: Santiago apóstol y peregrino; El peregrinaje y la hospitalidad en el mundo cristiano; Una catedral para los peregrinos; Santos peregrinos; Los peregrinos a Compostela; Hospitales, hospitaleros y devociones en la acogida al peregrino; La labor de las órdenes religiosas y militares; Las catedrales del Camino, y Un camino de acogida y solidaridad: la gracia del encuentro.
Además, la exposición cuenta con su música, compuesta para la ocasión por el zamorano David Rivas, que completa la narración de las obras con 33 piezas que acompañan las nueve estancias con 130 minutos de duración.
En estas etapas salen al encuentro del visitante espectaculares tallas, retablos valiosísimos, crucifijos de gran tamaño, custodias y sagrarios de plata sobredorada y hasta gafas de realidad virtual —con las que el visitante puede sumergirse en la experiencia de la llegada de un peregrino a un hospital del Camino en la época medieval—, obligatorias en cualquier espacio expositivo para los tiempos que corren.
Alarde de colaboración
Cabe subrayar que todas las catedrales gallegas han aportado piezas a Las Edades del Hombre —destacando, aquí, una escultura de Tui, «un santo Domingo con una inocencia bárbara», en palabras de Lorenzo—, y que el conjunto artístico nace de una enorme colaboración entre las diócesis gallegas y de Castilla y León, sin desdeñar, por supuesto, la gran aportación de los museos nacionales y regionales —como en el caso del magnífico San Cristóbal con el Niño, de Asorey, propiedad del Ministerio de Defensa— así como galerías y colecciones privadas.
En la cripta bajo el Pórtico de la Gloria, donde se puede encontrar un gran elenco de representaciones del apóstol Santiago, se muestra al visitante un Sant Jaume que por primera vez sale de su sede en Mallorca. Piezas de Portugal, Francia y de las catedrales del Camino de Santiago francés y la Vía de la Plata completan la cuidada selección de piezas. Incluso, encontramos un espectacular Cristo resucitando de Víctor Ochoa ex profeso para la exposición, alojado en el coro de madera de San Martín Pinario. Según Lorenzo, «estas obras nos animan a nuestro propio crecimiento en la vida. Este camino de santidad marca la espiritualidad de la propia ciudad y de toda la peregrinación».