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El cardenal Diego Padrón aclara que son las autoridades las que «han creado el conflicto» en Venezuela, no el pueblo, que es «víctima»

El que fuera presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana dijo en una conferencia virtual que «no hay otra verdad» que la victoria electoral de Edmundo González Urrutia y denunció el plan del Gobierno para ganar tiempo y desmoralizar al pueblo.

La Iglesia no puede permanecer de brazos cruzados ante lo que está pasando en Venezuela. El Papa sigue mostrando su preocupación después de reafirmar su apoyo a los obispos venezolanos en la Organización de los Estados Americanos. El cardenal Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana de 2012 a 2018, dio ayer un valiente paso al frente en el encuentro virtual «Qué sucede en Venezuela», organizada por la Academia de Líderes Católicos.

En el comienzo de su exposición, el cardenal recordó el compromiso de la Iglesia con la democracia citando la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II, según la cual «una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como demuestra la historia». Porque, siguiendo con la encíclica, «la Iglesia aprecia el sistema de la democracia en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza en los ciudadanos la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes o bien la de sustituirlos de manera pacífica».

A  continuación, y recordando la máxima de San Juan de que «solamente la verdad nos hará libre», sostuvo que «la verdad razonada, a la espera impostergable de una debida confirmación oficial, es que hubo unas elecciones en las que el ganador fue el ex embajador Edmundo González Urrutia, no hay otra verdad». Es más, añadió, «la mayoría del pueblo no tiene dudas ni confusión sobre los resultados», por lo que «esta verdad no es objeto ni de discusión académica ni de negociación política de cenáculos en detrimento de la voluntad popular».

Así las cosas, el cardenal Diego Padrón quiso dejar claro que «la confusión la pretende crear el Gobierno, con el apoyo de algunos aliados internos y externos, al no reconocer los resultados conocidos en base a las actas de las mesas de votación publicadas por la oposición ganadora». Actitud que tampoco resultó una sorpresa: «Esta postura del organismo oficial era lo que la gente en general esperaba antes de las elecciones». 

Comportamiento mayoritariamente cívico del pueblo

En cualquier caso, lo realmente relevante es que «con esta actitud las autoridades, todas ellas al servicio restricto del ejecutivo nacional, han creado el conflicto. No ha sido el pueblo. Este, al contrario, ha tenido mayoritaria y básicamente un comportamiento cívico y ejemplar antes, durante y después de las lecciones. Y en esta fase en la que nos encontramos experimenta el papel de víctima».

El futuro se presenta complejo y peligroso: «El Gobierno, mediante el Consejo Nacional Electoral, proclamó ganador al candidato oficialista e introdujo ante la sala electoral del Tribunal Supremo un ambiguo e improcedente procedimiento. De este modo, hábilmente, le cambió la naturaleza al conflicto: la electoral pasó a ser secundaria o marginal, y comienza ahora a adquirir relieve e importancia determinantes la vía judicial». Así, «el Gobierno gana tiempo para preparar otras acciones», como «dividir aún más a los partidos políticos, por ejemplo citándolos al Tribunal Supremo sin un propósito definido», así como «a la opinión pública».

Advirtió, además, Padrón, que el Gobierno «buscará y encontrará aliados dentro y fuera del país -de hecho, ya los tiene- que pidan unas nuevas elecciones para diciembre. Ya se rumorea. Perseguirá a los líderes opositores, infundirá el terror y enfriará la calle, buscando el acomodamiento, la resignación, con el fantasma de la migración masiva y sus secuelas de desgarramiento familiar interno y de desafío humanitario para los países hermanos». También previó la posibilidad de que el Tribunal Supremo anule la elección. «La desmoralización de la inmensa mayoría del pueblo opositor será extrema», y producirá «una profunda desconfianza en el sistema democrático y la instauración de una férrea dictadura con una violencia desatada». 

Camino sinodial para discernir si la situación es moralmente aceptable

Ante esta situación, el cardenal llamó a «hacer el camino sinodal y discernir la gravedad y la moralidad del momento. ¿Es humana y moralmente aceptable esta situación? ¿Hay que proclamar y defender la verdad o hacer silencio y resignarse?» Ante esta disyuntiva, concluyó: «Me parece que ha llegado la hora del compromiso de todos, pero en particular de la comunidad de creyentes, y en ella  de los líderes católicos. Cada uno de nosotros tendríamos que preguntarnos qué debo y qué puedo hacer. Ante todo, sentirnos, sabernos, ser pueblo y comportarnos como tal acompañando de manera samaritana, libertariamente, a nuestros hermanos, tener el gozo de que sentirnos pueblo en nuestro contexto histórico es en gran medida Pueblo de Dios».     

A la videoconferencia, en la que también expuso el colombiano Fernando Carrillo vicepresidente del Grupo Prisa, asistieron para mostrar su apoyo a los ponentes varios miembros del consejo internacional de la Academia Internacional de Líderes Católicos, liderados por su presidente Rocco Buttiglione. El político democristiano italiano sostuvo que «es tiempo que Latinoamérica tome en sus manos la responsabilidad de su propio destino”, pidió el respeto a los derechos humanos en Venezuela, y recordó que “la grandeza de un líder no está en mantener el poder, sino en servir a la nación».

También participaron personalidades como Gloria Liliana Franco, presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas, y varios cardenales, entre ellos los mexicanos Felipe Arizmendi y Alberto Suárez Inda, el hispano-panameño José Luis Lacunza, el guatemalteco Alvaro Ramazzini y el francés Phillippe Barbarin. 

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