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El mundo necesita la doctrina social de la Iglesia

José Ramón Amor Pan es director académico de la Fundación Pablo VI

Hace más de 30 años, en la encíclica que publicó con ocasión del centenario de la Rerum novarum —con la que León XIII dio el pistoletazo de salida de la doctrina social de la Iglesia—, san Juan Pablo II escribió: «Espero que la conmemoración sea ocasión de un renovado impulso para su estudio, difusión y aplicación en todos los ámbitos» (Centesimus annus n. 56). Desde entonces, todos los pontífices, por activa y por pasiva, han hecho el mismo llamamiento. El papa Francisco decía no hace mucho: «Retomemos la doctrina social, hagamos que se conozca: ¡es un tesoro de la tradición de la Iglesia!». Lo cual significa que la recepción de ese llamamiento es manifiestamente mejorable porque, en caso contrario, no haría falta insistir en él.

Por eso causa una gran alegría comprobar que 237 empresarios, directivos y agentes sociales respondiesen a la convocatoria del arzobispo compostelano, Francisco Prieto Fernández, y acudiesen al II Encuentro de Empresarios para reflexionar sobre Ética, Bien Común y Sostenibilidad. El evento se celebró el 12 de abril en la Hospedería del Seminario Mayor de Santiago de Compostela. La víspera se había celebrado una solemne Eucaristía en la catedral compostelana, seguida de un magnífico concierto en el mismo lugar y una cena de confraternización.

Una alegría redoblada con el nombramiento de Vicente Martín como obispo auxiliar de Madrid, quien en su currículum cuenta con el Máster Universitario en Doctrina Social de la Iglesia que la Fundación Pablo VI puso en marcha, con la colaboración de la Universidad Pontificia de Salamanca, hace casi los mismos años que ese llamamiento de san Juan Pablo II, primero como título propio y luego como título oficial del Estado.

A propósito de ese nombramiento, y sin intención de hacer ningún panegírico, cabe recordar estas otras palabras de Centesimus annus: «Para la Iglesia, el mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción (…) Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna. De esta conciencia deriva también su opción preferencial por los pobres, la cual nunca es exclusiva ni discriminatoria de otros grupos (n. 57)».

A veces se oyen muchas tonterías sobre el pontificado de Francisco, fruto o bien de la ignorancia o bien de prejuicios malintencionados. Recordemos, en primer lugar, que ya León XIII recibió críticas, algunas muy lacerantes, que lamentaban que el Papa dejase de hablar de temas espirituales y se enfangase con estos problemas tan materiales… Críticas semejantes recibió san Juan Pablo II y recibe ahora Francisco.

Hay un punto que no deja de sorprenderme: los que lanzan ahora esos dardos, añoran a Benedicto XVI. Se ve que, por ejemplo, no han leído Caritas in veritate. De esta encíclica comparto estas palabras: «El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.

El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no solo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo» (n. 36).

Escuchemos y acojamos esta llamada que nos hacen nuestros pastores a estudiar la doctrina social de la Iglesia y a difundirla con pasión. El mundo lo necesita urgentemente. ¡No nos dejemos robar la esperanza! No caigamos en la acedia egoísta ni en la mundanidad espiritual. Los desafíos están para superarlos, y para ello la doctrina social es un instrumento muy valioso. 

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