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El Papa pide conservar «la admiración y el asombro» ante la gracia en la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor

Roma vivió el lunes uno de los acontecimientos más tradicionales del verano eclesiástico, la Solemnidad de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor. Resumimos aquí la homilía del Papa Francisco Padre, que tiene una relación personal muy estrecha con el templo.

Una vasta historia contempla la Basilica di Santa Maria Maggiore, también conocida como Basilica di Santa Maria della Neve y Basílica Liberiana. Fundada por el Papa Liberio en el siglo IV, es una de las cuatro basílicas mayores y una de las cinco basílicas patriarcales asociadas con la Pentarquía. 

En la homilía, el Papa Francisco, que tiene un vínculo especial con el templo, se refirió a los dos signos que caracterizan la celebración: la milagrosa nevada que indicó el lugar de la construcción de la basílica y el icono de la Salus populi romani. Dos signos que, «bien comprendidos, nos pueden ayudar a entender el mensaje de la Palabra de Dios que hemos rezado con los salmos y escuchado en la lectura».

La nevada, explicó, «evoca el fenómeno prodigioso que le indicó al Papa Liberio el lugar donde construir la basílica antigua». Sin embargo, «el hecho de que este signo se repita en la solemnidad de hoy, en el interior de la basílica y durante la liturgia, nos invita a una lectura más bien simbólica». 

Para ello Francisco acudió al libro del Eclesiástico que, «a propósito de la nieve que Dios hace caer del cielo, nos dice que ‘el resplandor de su blancura deslumbra los ojos y el espíritu se embelesa al verla caer’. Aquí, el sabio pone de manifiesto el doble sentimiento que el fenómeno natural produce en el ánimo humano: admiración y asombro». 

Porque «la gracia es algo que nadie puede merecer, ni mucho menos comprarse; solo se puede recibir como don y, como tal, es de carácter totalmente imprevisible, precisamente como puede serlo una nevada en Roma, en pleno verano». Y no debemos perder estas dos capacidades, «porque son parte de nuestra experiencia de fe».

Lo esencial del icono: Mujer e Hijo

Respecto al antiguo icono mariano, Francisco dijo que «en él la gracia adquiere plenamente su forma cristiana en la imagen de la Virgen Madre con el Niño en brazos. La Santa Madre de Dios». Aquí «la gracia aparece en su realidad más concreta, despojada de cualquier revestimiento mitológico, mágico o espiritualista, que siempre están al acecho en la religión. En el icono está solo lo esencial: Mujer e Hijo».

Esa Mujer, continuó el Papa, es «la llena de gracia, concebida sin pecado, inmaculada como la nieve recién caída. Dios la miró con admiración y asombro —hasta Dios se asombra—, y la escogió como Madre porque es hija de su Hijo: generada en Él antes del tiempo, se convirtió en Madre suya en la plenitud de los tiempos». 

Por esta razón, concluyó, «el pueblo fiel viene a pedirle su bendición a la Santa Madre de Dios, porque ella es la mediadora de la gracia que brota siempre y solo de Jesucristo, por obra del Espíritu Santo. De manera particular, durante el año próximo, Año Santo del Jubileo, serán muchísimos los peregrinos que vendrán a esta basílica a pedir la bendición a la Madre. En referencia a eso, hoy nos hemos reunido aquí, como una especie de avanzadilla, e invocamos su intercesión por la ciudad de Roma, nuestra ciudad, y por el mundo entero, especialmente para pedir por la paz».

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