Con motivo de la fiesta del 1 de mayo, ECCLESIA se acerca a conocer la labor de organizaciones como la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y Acción Social Empresarial (ASE). Como muestra de que la Iglesia es una sola, ambas trabajan por lo mismo: la persona
Te pedimos la gracia de conocerte y amarnos, para ser fieles discípulos y cumplir tu voluntad. Señor, danos claridad y fortaleza para que nuestro trabajo sea un testimonio vivo de tu palabra entre quienes nos rodean…» Con esta particular bendición de la mesa da comienzo un almuerzo, compartido por socios y amigos de Acción Social Empresarial (ASE), asociación de empresarios y directivos cristianos. De manera cotidiana, se reúnen en grupos pequeños, foros adscritos a parroquias, donde proponen temas de debate. Esta vez, como hacen dos veces al año, se han juntado 36 directivos, ejecutivos o empresarios de todos los ámbitos de actividad, en una tarde de finales de abril, para escuchar la experiencia de Javier Marín, consejero delegado de Singular Bank. Antes y después de sus palabras, aprovechan los corrillos para preguntarse unos a otros y acompañarse en los problemas cotidianos a los que se enfrentan.
La misión de ASE es, como explica su presidente, Javier Fernández-Cid, «difundir la doctrina social de la Iglesia y aplicarla al mundo de la empresa». «Debemos explicar por qué es más rentable y mejor gestionar una empresa cuando se conduce con los principios que nos conducen a nosotros», añade. En su intervención, Javier Marín, explica cuál es la peculiaridad de Singular Bank: «Cuando algún cliente potencial me pregunta: «¿Vosotros, qué hacéis? Yo respondo que lo mismo que los demás. La diferencia es para qué y cómo lo hacemos. El rol de un banco es ayudar a la gente a aterrizar sus objetivos. Eso te lleva a un modelo de hacer banca que no tiene nada que ver». Para ello, señala dos actitudes que se podrían aplicar a cualquier campo de trabajo: la generosidad y la humildad. Porque el trabajo es, al fin y al cabo, una relación entre personas. Por eso, no se puede separar, por ejemplo, la innovación de la relación de confianza que nace entre compañeros que se enfrentan juntos a nuevas necesidades. «La innovación —explica— nace de los momentos de calidad de la compañía. Y eso no se da en una reunión, sino cuando viajas y hablas de la empresa, pero también de la familia, de los problemas de la vida… En esa distensión se genera la confianza que permite perder el miedo».
¿Pero es posible gestionar un negocio sin perder los principios? Marín no duda de que sí, porque cuando una empresa tiene alma genera fidelidad de clientes y empleados, porque se genera una relación de persona a persona con cada uno de ellos. La clave de todo, insiste el consejero delegado, «está en las personas, en recuperar lo esencial de lo que somos cada uno». ¿Es posible aplicar la doctrina social de la Iglesia en la empresa? ¿Es posible respetar la dignidad humana? ¿Que la persona se realice en plenitud en su trabajo? ¿Son posibles la solidaridad y la subsidiaridad, el trabajo por el bien común? Todo esto es posible, insiste Marín, si hacemos «a las personas protagonistas, y eso en la empresa significa transformar a los empleados en empresarios. ¿Qué tiempo dedicamos a la gente que trabaja con nosotros? Eso implica ser honesto, mostrarte como eres, con tus virtudes y tus vulnerabilidades. Generar confianza para buscar un modelo de liderazgo distribuido. Ya no soy yo el que ordena y manda. Ahora sois vosotros». De esta manera, «la gente pierde miedo a equivocarse, eso es dignificar el trabajo, dignificar a la persona y que se sienta realizada con lo que hace».
Normalmente, empresarios y trabajadores no están de acuerdo. Tienen intereses casi opuestos que defender: por un lado, los beneficios de la empresa, por otro, la dignidad de los trabajadores. Pero en este caso, llama la atención que empleados y trabajadores buscan lo mismo: el contenido de una comida de empresarios de Acción Social Empresarial no es muy distinto del de las reuniones de la HOAC, la Hermandad Obrera de Acción Católica.
Una dimensión de la persona
Igual que Marín hablaba de la importancia de alcanzar la plenitud como realización personal en el trabajo, Maru Megina, presidenta de la HOAC, confiesa en ECCLESIA que su lucha no es otra que «visibilizar la necesidad de que se tenga en cuenta la dignidad del trabajo, porque el trabajo no es solo la manera de ganarse la vida sino una dimensión de la propia persona». Una misión que se concreta en la última campaña de la organización Cuidar el trabajo, cuidar la vida, con la que pretenden mostrar que «tenemos que sentir que somos responsables de las personas que tenemos a nuestro alrededor y que eso forma parte de la espiritualidad del trabajo». Ese cuidado ayuda a «crear otra mentalidad, a pensar que es posible el bien común, porque cuando construimos un trabajo lo hacemos junto a otras personas y esto va haciendo que se vaya vertebrando una vida social que va creando lazos que hacen avanzar en igualdad y que permiten que la persona pueda desarrollarse».
Tanto Marín como Megina consideran que falta conciencia de que el trabajo va más allá de la actividad productiva, que también es una forma de participación en la vida pública y de realización personal. Insiste Megina en que «cada vez es más necesario estar presente en la sociedad y en la Iglesia, porque estamos en una sociedad que ha hecho que la persona se convierta solo en un instrumento más de la cadena de producción y consumo».
¿Cómo cambiar esta dinámica? La responsabilidad es de cada uno, de cada creyente, que, con su compromiso, lleva la palabra de Dios a su puesto de trabajo, a las organizaciones a las que pertenece, «a todos aquellos lugares en los que creemos que hay que ir haciendo que la persona descubra que tiene que cambiar su vida, que es posible pensar en que tiene una vida junto a otras personas y, juntos, trabajar por el bien común». Simplemente con su forma de trabajar, una persona puede «reflejar que es posible vivir de una manera más solidaria, de una manera más fraternal. Que es posible un consumo diferente, otras alternativas de vida y trabajo que son expresión de solidaridad».
Pero también hay una forma colectiva de llevar este mensaje a la sociedad: «Creando espacios de diálogo y de debate en los que se pueda reflexionar sobre cómo cambiar las condiciones laborales». Además, Megina propone algunos temas concretos a la mesa de debate, como es la reducción de las jornadas laborales: «Trabajar menos horas para repartir el trabajo».
En esta línea, la HOAC participa, junto con otras organizaciones —Cáritas, CONFER, JOC, JEC y Justicia y Paz—, en la Iniciativa Iglesia por un Trabajo Decente (ITD). Para conmemorar la festividad del Día Internacional del Trabajo, han elegido el lema Cuidamos el trabajo para cuidar a las personas. En el manifiesto publicado con esta ocasión, recogen las palabras del papa Francisco en la Cumbre Mundial del Trabajo de la OIT 2021: «Si el trabajo es una relación, entonces tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado. Aquí no nos referimos solo al trabajo de cuidados: la pandemia nos recuerda su importancia fundamental, que quizá hayamos desatendido. El cuidado va más allá, debe ser una dimensión de todo trabajo. Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente. Por el contrario, un trabajo que cuida, contribuye a la restauración de la plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras. Y en esta dimensión del cuidado entran, en primer lugar, los trabajadores».
La Iglesia, presencia y compañía
Cada día invertimos entre el 40 y el 50 % de nuestro tiempo en trabajar. El estrés que produce esta actividad ocupa, en algunos casos, el 100 % de la jornada. La Iglesia, compañía del cristiano en todos los ámbitos de su vida, quiere estar presente también en el laboral. La Conferencia Episcopal Española lo hace de manera concreta a través de la Pastoral del Trabajo, que trabaja, además, conjuntamente con otras pastorales como la de la salud, la de laicos o migraciones.
Una labor que no se queda en los despachos, sino que quiere pisar el barro, por ejemplo, para «acompañar a aquellos cristianos que viven un compromiso en los sindicatos», como señala Antonio Aranda, director del departamento de Pastoral del Trabajo de la CEE, «o abordar el asunto de los trabajadores migrantes o la presencia de los cristianos en sus barrios y el papel imprescindible de las parroquias en este sentido».
En estos últimos meses, las grandes preocupaciones del departamento pasan por la precariedad, porque «no se respetan las condiciones mínimas de trabajo que la Iglesia considera trabajo digno». Aranda lo ilustra con los datos de Cáritas: «Desde la crisis de 2008, el perfil de las personas que asisten a pedir a ayuda a Cáritas ha cambiado. Hay un nuevo perfil y es el de trabajadores pobres, son en torno a ocho millones en nuestro país los que no llegan a fin de mes». A este respecto, el trabajo de la Iglesia es claro: «Hacemos de faro que ilumina lo que debería ser. Planteamos el sentido del trabajo digno, ponemos el foco en las personas y no en los beneficios, que la economía se tiene que reenfocar para convertirse en un servicio a la persona y no la persona en un servicio a la economía».
Salud laboral y accidentes
En concreto, la Pastoral del Trabajo ha mostrado su especial preocupación por el problema de la salud laboral. De hecho, algunas de las asociaciones de víctimas de accidentes laborales han surgido a raíz de la compañía de los cristianos. «Acompañar las situaciones de dolor —explica Antonio— es uno de nuestros papeles». Y eso implica conocer el problema más allá de las estadísticas, «arrimarse a una familia que ha perdido a un ser querido, a un trabajador que a causa de su trabajo está sufriendo una realidad dura».
Cada día, en nuestro país, dos o tres personas fallecen por accidentes en su jornada laboral. Con motivo de la jornada de la Seguridad y la Salud en el Trabajo 2024, celebrada el pasado 28 de abril, esta pastoral insistió en que el cuidado de la vida humana «pasa por erradicar esta tragedia, por identificar sus causas profundas y empeñarse en eliminarlas desde todos los ángulos posibles». «Nos va la vida en ello. No podemos olvidar que hay personas que sufren secuelas físicas y psíquicas que les acompañarán ya toda su vida. Familias que se rompen tras la pérdida de uno de sus miembros, o el golpe repentino de una discapacidad, una incapacidad laboral de mayor o menor grado», denunció.