«A lo largo de estos años, hemos podido aprender de escuchar a personas concretas que son víctimas de abusos. Hemos podido sensibilizarnos con su mirada», subraya
Hace poco más de una semana, la Conferencia Episcopal Española, reunida en Asamblea Plenaria extraordinaria, aprobó tres documentos para seguir haciendo frente a los casos de abusos que se producen en su seno. Especial relevancia tiene el Plan de Reparación Integral de Víctimas de Abusos (PRIVA), que pretende dar respuesta a aquellas personas que han sufrido abusos y cuyos casos han prescrito o el victimario ha fallecido y, por tanto, la justicia no puede resarcirlas.
Para explicar este plan y el trabajo de la Iglesia en esta materia, ofrecemos esta entrevista con Fernando García Sánchez, provincial de la Inspectoría salesiana de Santiago el Mayor, una de las dos circunscripciones de esta congregación en España. Él mismo ha podido acompañar procesos de justicia restaurativa con víctimas.
¿Cuál es el camino realizado y cómo se ha logrado hacer converger a toda la Iglesia en España?
A lo largo de estos años, cada una de las instituciones ha intentado dar la mejor respuesta posible al dolor de las víctimas a todos los niveles: investigación, reparación, medidas preventivas, atención a las víctimas… Estos caminos han ido convergiendo progresivamente gracias a unos lugares de comunión, de colaboración, que se han visibilizado en los encuentros de las oficinas de atención a víctimas de abusos. En esos encuentros, diócesis y congregaciones religiosas hemos caminado juntos.
Todo esto ha cristalizado en la Asamblea Plenaria extraordinaria de la Conferencia Episcopal, en la que, con la presencia de la CONFER, hemos llegado a un punto importante con la aprobación de tres documentos. La CONFER los había aprobado previamente. Con esto se manifiesta la voz de la Iglesia, que no es la de las diócesis ni de las congregaciones religiosas, sino la voz de la Iglesia ante el drama de las víctimas.
¿De qué trata el documento Líneas de trabajo de las instituciones de la Iglesia católica en España?
Las líneas de trabajo de la Iglesia cristalizan el camino recorrido a lo largo de estos últimos cuatro o cinco años. Es una respuesta que damos al informe que preparó el Defensor del Pueblo y en el cual se nos señalaban muchos elementos que nos invitaban a reflexionar. ¿Qué es lo que hemos hecho? Ponerlos todos juntos. Hemos utilizado los mismos ejes que el Defensor del Pueblo nos manifestó en su informe y así, respondiendo a la voz de la sociedad, hemos señalado el camino que ya estamos realizando y algunas líneas que manifiestan el que está por realizar.
Ahí aparecen elementos que hablan de reparación, de prevención, de formación. También la documentación de todas las publicaciones que hemos elaborado hasta este momento. Los caminos de justicia restaurativa, que se han ido abriendo en muchas instituciones y que nos han permitido aprender los unos de los otros. Dentro de ese documento, que es como una hoja de ruta, como un mapa, figura el Plan de Reparación Integral para las Víctimas de Abuso (PRIVA). Es un elemento concreto y novedoso en este momento del recorrido, que se incluye en un mapa más amplio, en una serie de intervenciones globales que hemos ido realizando y que seguiremos llevando a cabo en el futuro.
¿Cuál es la presencia que tienen las víctimas en este proceso y en los documentos resultantes?
Es muy importante señalar que cada víctima tiene su propia historia. Yo he tenido la oportunidad de atender a víctimas dentro de procesos de justicia restaurativa guiados por profesionales, y esto me ha enseñado que incluso una misma persona no es una foto fija y en diferentes momentos de su proceso existencial, vital, de gestión del dolor, expresa realidades diferentes. Porque la vida no es estática, es un proceso. Si esto pasa en una persona que está gestionando su dolor y que intenta romper este vínculo que le ata emocionalmente a la persona que le agredió o incluso a la institución dentro de la cual tuvieron lugar los hechos, cuánto más si hablamos de las víctimas en su conjunto. Las víctimas no son una realidad homogénea.
A lo largo de estos años, hemos podido aprender de escuchar a personas concretas que son víctimas de abusos. Hemos podido sensibilizarnos con su mirada. También hemos aprendido de las instituciones que trabajan con ellas y también, cómo no, de las asociaciones. Pero la mayor parte de las víctimas no están asociadas. No podemos hablar de las víctimas como si fueran un colectivo homogéneo, donde una, dos o tres asociaciones dan voz a todas ellas. Por eso, es importante dejar claro que las víctimas están en el centro de nuestra intención de escuchar y de aprender de ellas y han estado presentes en estos documentos. ¿Por qué? La evolución de las diferentes redacciones manifiesta que nos hemos impregnado de su sensibilidad y que, por ello, hemos intentado escuchar y aprender de lo que ellas nos aportaban. Evidentemente, no es la voz de un colectivo, es la voz de muchas personas, en muchas ocasiones anónimas, con historias diferentes, que en unos casos no quieren ser visibles, que en otros siguen dañadas por el dolor, por la rabia, o han hecho procesos de sanación y colaboran para que esto nunca más se vuelva a repetir.
¿Cuál es la propuesta de este plan para no revictimizar a los que han sufrido los abusos?
No revictimizar a las personas es una sensibilidad que ya está en la Iglesia, pero que ha cobrado todavía mayor fuerza cuando hemos escuchado a otras personas. Cuando nos hemos reunido, por ejemplo, con el Defensor del Pueblo recientemente, o cuando hemos escuchado a las propias víctimas. ¿Qué es lo que queremos? Que una persona no tenga que narrar muchas veces su propio caso. Que una persona, si ha acudido a un lugar, no le exijamos que tenga que ir acudiendo a otros. En este plan se quiere que toda la historia que ya se ha realizado, que todo el estudio que ya se ha realizado de un caso, que todo el proceso de escucha y de atención personal que ya ha tenido lugar no sea necesario volver a exigírselo a una persona. Por lo tanto, aquí es donde es muy importante la coordinación. Coordinación entre las congregaciones religiosas, entre las oficinas de las diócesis. Coordinación también con la Unidad de Atención a Víctimas del Defensor del Pueblo. Para que todas estas historias queden volcadas a la comisión cuando una persona solicite adherirse al PRIVA y no sea necesario volver a empezar de nuevo. Porque este movimiento de la Iglesia no es un punto de partida. Es un paso dentro de un proceso que ya estamos realizando.
¿Cómo se garantiza la independencia de la Comisión Asesora que tendrá que analizar cada caso?
El presidente de la Conferencia Episcopal Española lo explicó muy bien en la rueda de prensa. Esta decisión es unilateral de la Iglesia, en el sentido de que es una responsabilidad moral. Porque la independencia en el Estado de derecho la garantiza la justicia. Pero el gran drama de estas personas es que la puerta de la justicia está cerrada. O bien porque los casos están prescritos civilmente o bien porque ha muerto el victimario y, lógicamente, no se puede desarrollar un procedimiento judicial. Por lo tanto, es la Iglesia la que decide, la que quiere, por su responsabilidad moral con estas personas, abrir una puerta. Y abrir una puerta a través de un grupo de personas que son independientes.
La independencia de este equipo está garantizado por las mismas personas que lo forman. Son personas de prestigio dentro del ámbito jurídico, dentro del ámbito médico-forense. Esa es la manera que tenemos de garantizar la independencia, porque, lógicamente, es un órgano creado por la voluntad de la Iglesia que quiere abrir esta puerta cuando otras puertas se han cerrado.
Por lo tanto, también es importante que podamos crear puentes de diálogo, de coordinación con la entidad que propuso y que ha trabajado este tema de los abusos en la sociedad, que ha sido el Defensor del Pueblo. Por eso nos quisimos reunir con él y por eso queremos mantener abierto también una vía de comunicación para que de alguna manera sea posible el acompañar estos procedimientos, para que la independencia esté totalmente garantizada.
¿Qué obligatoriedad tiene el informe final de esta comisión?
Hay que tener en cuenta cuáles son las normas de la Iglesia. El derecho canónico es previo al derecho civil. Tiene muchos siglos de historia. Si quisiéramos una obligatoriedad y elevar al rango de norma todo lo que esta comisión señalara, sería necesario llevar al Vaticano el proceso y se alargaría en el tiempo. Por todo ello, no tiene una obligatoriedad como norma canónica, pero eso no significa que no tenga una obligatoriedad moral. Porque los provinciales de las congregaciones religiosas que tienen más casos se reunieron y dijeron que quieren seguir este camino junto a la Iglesia.
Los obispos se reunieron en una Asamblea Plenaria extraordinaria y dijeron que quieren ir por aquí, y lo aprobaron por casi unanimidad. Por lo tanto, qué mayor obligatoriedad se necesita. Y, además, en el caso de que todavía fuera necesario un refrendo mayor, hay un elemento de subsidiaridad por parte de la Conferencia Episcopal Española y de la CONFER, que queda recogido en el documento y que fue señalado en la rueda de prensa hasta en tres ocasiones.
Es decir, ninguna víctima puede sentir el miedo de que no vaya a ser escuchada o no tenidas en cuenta las recomendaciones de la Comisión Asesora. Si se diera un caso, ahí está la CEE, ahí está la CONFER, también para poder acompañar y hacer que se cumpla lo que se ha señalado. Todos estos documentos que ha aprobado la Iglesia española no son una respuesta ni al Gobierno, ni siquiera al Defensor del Pueblo, aunque utilicemos la palabra respuesta cuando hablamos de nuestra reacción y de nuestra aportación ante la información recibida. Es ante todo una respuesta a cada víctima. Y eso es realmente importante subrayarlo. Es una respuesta al dolor causado. Al dolor causado por personas concretas dentro de nuestras instituciones y ante las cuales quienes estamos hoy con responsabilidad de gobierno de las instituciones, tenemos que dar una respuesta. Porque el dolor no ha prescrito. Por lo tanto, en el centro está cada persona que ha sufrido y que necesita una respuesta integral.