La archidiócesis primada celebra este curso un Año Sacerdotal con numerosas iniciativas. Supone la culminación de los tres dedicados a las vocaciones y servirá de preparación para el Sínodo diocesano
Aunque es el último de tres dedicados a las vocaciones dentro del seno de la Iglesia, la celebración del Año Sacerdotal en Toledo coincide con un feliz aniversario: se cumplen 50 años de la proclamación de la carta pastoral con la que el cardenal don Marcelo González Martín refundó el seminario de la archidiócesis. Un centro que ha sido y es una realidad muy singular en la vida de la Iglesia en todo el mundo, puesto que en él se han formado más de mil sacerdotes que ejercen por los cinco continentes, incluidos 20 obispos. Un seminario que es el orgullo de la diócesis, puesto que vive una realidad excepcional en un momento de crisis de vocaciones.
Con esta experiencia en el rabillo del ojo, el actual arzobispo, Francisco Cerro, ha marcado tres objetivos para este año. El primero de ellos, como señala en ECCLESIA Carlos Loriente, vicario episcopal para el Clero, «avivar el carisma recibido por la imposición de manos», es decir, «volver a recuperar la frescura de la llamada de Jesucristo, a entusiasmarse con la misión apasionante que los sacerdotes tienen en estos tiempos». En este sentido, dos hitos marcan el calendario del curso. El jubileo sacerdotal, que se celebró el 23 de enero, y la consagración del presbiterio de la diócesis a la protección de la Virgen, el próximo 22 de agosto en el santuario de Fátima. Para esa ocasión se trasladarán todos una semana a la ciudad portuguesa en una convivencia de descanso, oración y formación. Son dos momentos claves que se están acompañando de otras iniciativas durante todo el curso que siguen la invitación de la carta pastoral Testigos de la misericordia divina, en la que el arzobispo Cerro desgrana la figura del sacerdote de nuestro tiempo.
El segundo objetivo del plan pastoral es conocer más profundamente lo que significa el sacerdocio común que recibimos en nuestro bautismo todos los fieles cristianos. En palabras de Loriente, «un canal de gracia para el mundo en los diversos aspectos de la vida personal, profesional, de amistades… Cada pequeño acto vivido con esa conciencia de mediación tiene valor redentor para el mundo». Retomarlo, insiste el vicario, «es una tarea que está en la línea de la corresponsabilidad a la amistad en la que participan todos los bautizados».
De esta corresponsabilidad, además de cursos específicos de formación, ha nacido una experiencia preciosa: la Asociación Betania. Es una red de apoyo a los sacerdotes formada por personas voluntarias, profesionales de diversos sectores que ofrecen desinteresadamente su colaboración a los sacerdotes, y las propias familias de los curas. Como lo fue la familia de Betania, son personas «que están llamadas a formar parte de los íntimos de Jesús, aunque no le tengan que seguir corporalmente dejando casa, familia, etc.», explica Loriente. Por su parte, las familias han participado conjuntamente de un retiro de Cuaresma y están también invitadas a participar de la consagración a Fátima en verano. Un proyecto que, según Carlos Loriente, ha servido para verificar que, aunque «la figura de los sacerdotes está muchas veces desprestigiada, es enorme el cariño que hay por parte de los creyentes».
De hecho, la respuesta social ha superado todas las expectativas y cientos de personas han ofrecido su colaboración. Una colaboración que pasa por tareas tan sencillas como la de pasar una noche en el hospital con un sacerdote que no tiene familia, hasta ofrecer asesoría médica, psicológica o legal al que lo necesite. Y, por supuesto, con una cadena de oración permanente por ellos. En este marco, se ha puesto en marcha el proyecto llamado Renovando esperanzas para quitar las barreras arquitectónicas de las casas sacerdotales en las que viven mayores y para el que se están organizando colectas especiales.
El tercer objetivo es poner en el centro de la vida de la Iglesia los dos sacramentos necesariamente sacerdotales: la Eucaristía y la reconciliación. Para ello, se va a celebrar un congreso eucarístico diocesano del 5 al 8 de junio en diversos lugares de la diócesis y unas jornadas en el Centro de Estudios de Teología Espiritual sobre el sacramento de la reconciliación.
Señala Carlos Loriente que movimientos, parroquias y comunidades se han implicado con estos tres objetivos, que replican y adaptan a sus diversas realidades. Esta implicación y lo que ha ido sucediendo en estos meses hace constatar, reconoce el vicario, «el tesoro que es la presencia visible, palpable, envuelta muchas veces también en fragilidad, de nuestros sacerdotes». Ellos son, insiste, «la presencia de carne, la presencia visible de un amor que se ha hecho concreto, que pasa por la mediación de algunas personas».
Como ya sucedió con la celebración mundial del Año Sacerdotal que convocó el papa Francisco en 2016, este está sirviendo «para reafirmar el valor perenne de este ministerio que con audacia Cristo ha confiado a hombres frágiles a los que les sostiene su gracia».