21 de julio · XVI Domingo del Tiempo Ordinario
Jr 23, 1-6; Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34
Metidos ya de lleno en el verano, muchos encontrarán estos días un tiempo propicio para descansar y romper de alguna manera con la rutina que nos envuelve. El descanso después de un duro trabajo no es un lujo, sino una necesidad. Dios culmina su obra creadora dedicando un tiempo para el descanso y el deleite. Conscientes de ello, el pueblo de Israel siempre ha cuidado la importancia del sabbat y de los años jubilares. Nosotros, por nuestra parte, continuamos con esa misma estela dedicando el domingo, el día del Señor resucitado, al descanso, la familia y, por supuesto, a la celebración de nuestra fe.
El Evangelio de este domingo también nos muestra a Jesús preocupándose por el descanso de aquellos que ha enviado: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». El cuidado que Jesús busca para ellos, para nosotros, no es un cuidado parcial, sino integral: un descanso para el cuerpo y para el alma, pues sabe que lo necesitamos. Muchos recordarán aquella frase profética del papa Pío XII durante la II Guerra Mundial que, desde entonces, en diferentes contextos, sus sucesores no se han cansado de repetir: «No tengo miedo a la acción de los malos, sino al cansancio de los buenos».
El cansancio de los buenos. Es quizás hoy uno de los grandes peligros de nuestra sociedad y también de nuestra Iglesia. Y sí, es cierto, hay mucho que hacer, pero también es necesario cuidarnos para poder seguir haciendo. Porque descansar no es cerrar los ojos y cruzarnos de brazos, sino reposar nuestra cabeza en el costado de Cristo.
Las Misioneras de la Caridad de santa Teresa de Calcuta, como tantas otras congregaciones, comienzan su jornada dedicando un largo tiempo a la oración silenciosa ante ese Jesús que nos permite descansar en él y nos abre su corazón desde el Sagrario. Y es solo desde ahí desde donde encuentran la fuerza para seguir trabajando, para seguir transformando nuestro mundo. ¿Y tú? ¿Dedicas un tiempo a descansar? O mejor dicho, ¿cómo es tu descanso? Párate unos minutos y piénsalo bien. Si vives cansado de tu vida, quizás es porque no estás descansando en el Señor, aunque te asegures un tiempo de vacaciones. «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré».
¡Acepta la invitación! ¡Súbete a la barca con Jesús y trasládate a la otra orilla! Quizás, cuando llegue el momento de desembarcar, la necesidad ya te esté esperando y tengas que dar una respuesta, como Jesús, que viendo a la muchedumbrese compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor. Pero, al menos, habrás descansado junto a él durante el trayecto, pues él también se compadece de ti.