Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Hildegarda de Bingen: mística, santa y polímata

Hildegarda de Bingen (Renania, 1098-1179) fue una mujer del Renacimiento en plena Edad Media, algo que pone de manifiesto lo que de prejuicio hay sobre una y otra épocas. Estudió y trabajó los campos de la botánica, medicina, música y poesía, pues, para ella, «toda la creación es una sinfonía del Espíritu Santo, que en sí mismo es alegría y júbilo», recordaba Benedicto XVI. En su fecunda vida claustral de siete décadas —desde los 8 años, cuando entrara al servicio de una maestra retirada—, se lanzó a desentrañar su propia sinfonía de vida y obra con el impulso de la mística y la armonía teológica. Es una de las cuatro mujeres doctoras de la Iglesia, tras ser proclamada en octubre de 2012 junto a san Juan de Ávila.

En Scivias, su obra escrita más conocida, presenta la historia de la salvación, desde la creación del mundo al fin de los tiempos, a través de 35 visiones. Santa Hildegarda sufría estas revelaciones místicas desde temprano, siendo ya superiora en el monasterio benedictino de San Disibodo, y antes de fundar la comunidad dedicada a san Ruperto en Bingen. Acudió a san Bernardo de Claraval para discernir el origen de estas visiones, y fue el mismísimo papa Eugenio III quien la autorizó a escribirlas y a hablar sobre ellas. En sus cartas, reconoció que «la visión impregna todo mi ser: no veo con los ojos del cuerpo, sino que se me aparece en el espíritu de los misterios… Conozco el significado profundo de lo que está expuesto en el salterio, en los Evangelios y en otros libros. Este arde como una llama en mi pecho y en mi alma, y me enseña a comprender profundamente el texto». Para Benedicto XVI, este es el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo: el depositario de dones sobrenaturales nunca presume de ello y obedece a la autoridad eclesial, porque todo don que distribuye el Espíritu Santo está destinado a la edificación de la Iglesia, y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad. Y no era tarea fácil, precisamente, en tiempos de cismas, antipapas, corrupción y herejías, como el catarismo. Enfrentó a los llamados «puros» instándoles a una penitencia y conversión sinceras si de verdad querían cambiar las cosas, no los nombres. Gozó de una gran autoridad espiritual.

Pese a que vivió 81 años, arrastró siempre una salud frágil, y una férrea determinación. Dejó escrito que «un alma santa encontrará dulce y amoroso incluso el desprecio del mundo. Solo es preciso prestar inteligentemente atención a que el alma no se marchite». Conocida como «profetisa teutónica» y «sibila del Rin», habría de ser su paisano Joseph Ratzinger quien la canonizaría en 2012 —tras un proceso que se abrió por primera vez en 1227—. «Las mujeres son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con una peculiar inteligencia y sensibilidad. Invoquemos al Espíritu Santo a fin de que suscite en la Iglesia mujeres santas y valientes, como Hildegarda de Bingen». No en vano, a Hildegarda y a sus conocimientos de botánica le debemos el tratamiento del lúpulo que nos permite disfrutar hoy de la cerveza, bebida con la que tanto gustaba el pontífice alemán de celebrar la vida. A la santa de Bingen la celebramos el 17 de septiembre. 

This Pop-up Is Included in the Theme
Best Choice for Creatives
Purchase Now