Homilías de Juan Pablo II y Benedicto XVI en varios idiomas para I Domingo Adviento (1-12-2013)
Textos recopilados por fray Gregorio Cortázar Vinuesa
NVulgata 1 Ps 2 E – BibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)
(1/4) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Gerardo Maiella 29-11-1992 (it):
«»Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor» (Salmo responsorial).
Amadísimos hermanos y hermanas (…). Hoy, primer domingo de Adviento, comienza un nuevo año litúrgico, durante el cual la Iglesia vuelve a recorrer y a revivir espiritualmente las etapas del misterio cristiano.
Este plan divino abraza toda la historia de la humanidad, desde el alba de la creación hasta el último día, cuando se logre que todo tenga a Cristo por Cabeza (cf Ef 1, 10) y haya nuevos cielos y nueva tierra (cf 2P 3, 13). El centro de ese proyecto está en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.
En un momento preciso, por obra del Espíritu Santo, el Verbo «se hizo carne» en el seno virginal de María y «puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14), mostrando al género humano la benignidad y la humanidad de Dios. En efecto, el Señor no solo ha creado al hombre, sino que lo ama tan intensamente que lo acoge dentro de su misma familia, destinándolo a una gloria sin fin.
Sostenidos por esa certeza tan consoladora, salgamos con gozo al encuentro del Señor, como nos invita a hacer el salmo responsorial. Salgamos al encuentro del Señor en el misterio de su Navidad. Este es el primer sentido del Adviento. Nos conmovemos al recordar a María y a José, que suben de Nazaret de Galilea a Belén de Judea para el censo, y se ven obligados a refugiarse en un lugar destinado a animales, «porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2, 7).
El Hijo de Dios viene a la luz en la pobreza total: verdadero Dios salvador, anunciado por los ángeles a los pastores, y verdadero hombre, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
¡Qué sentimientos de ternura, amor y gratitud suscita este acontecimiento tan extraordinario! Pero también tiene la fuerza de sacudir nuestras conciencias, invitándonos a despertar del sueño de la indiferencia y la rutina.
«Hermanos –nos exhorta el apóstol Pablo– ya es hora de levantaros del sueño» (Rm 18, 11). Dios nos ha amado hasta darnos a su Hijo unigénito. Un don tan grande, ¿no nos obliga, acaso, a reflexionar y a corresponder con adecuada generosidad? ¿No nos estimula a abandonar las tinieblas del pecado para abrir el espíritu a la luz de la gracia divina? Esto es precisamente lo que las lecturas de la liturgia de hoy nos impulsan a hacer.
«Venid, subamos al monte del Señor» (Is 2, 3). El texto, tomado del libro del profeta Isaías, suele interpretarse como un anuncio mesiánico. Al pueblo de Israel, forzado al destierro, el profeta le anuncia la reconstrucción del templo de Jerusalén. Pero sus palabras van más allá de la historia del pueblo judío.
Con imágenes como la del monte del Señor puesto en la cima de todos los montes y con el anuncio de que acudirán pueblos numerosos al templo del Dios de Jacob, se indica una realidad espiritual nueva, la de un pueblo de redimidos, guiado por el Mesías prometido, y la de una nueva Alianza, que transforma profundamente la vida de los hombres de acuerdo con ideales de paz y fraternidad, forjando de sus espadas azadones y de sus lanzas podaderas (…).
«Vendrá vuestro Señor» (Mt 24, 42). El pasaje del evangelio de Mateo recoge una parte del discurso de Jesús acerca de los últimos acontecimientos, que por eso se suele llamar discurso escatológico. Jesús anuncia su segunda venida al final de los tiempos y exhorta a velar a fin de estar listos para salir a su encuentro. Este es el segundo sentido del Adviento.
De las palabras de Jesús, contenidas en este y en otros textos, sabemos con seguridad que el mundo actual está destinado a perecer, que la historia humana tendrá fin, y que para cada uno de nosotros llegará un juicio, seguido del premio o del castigo. A la luz de estas verdades, es importante escuchar la invitación a velar «porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».
«¡Velad, pues!». La vigilancia evangélica es condición necesaria para un buen empleo de la vida. ¡Qué fácil es dilapidar los dones divinos, alejarse de Dios con el pensamiento y el comportamiento, y olvidarse de que la vida pasa!
Las cosas del tiempo son frágiles y caducas; ayudan, si se utilizan como medios, a crecer en el bien, a atender a la propia alma y a servir con amor al Señor y a los hermanos. Pero, si se convierten en el fin principal de la vida, vacían a las personas de su núcleo más importante y las reducen a apéndices de las realidades materiales.
Con las buenas obras salgamos al encuentro del Señor que viene. «La noche está avanzada. El día se avecina» (Rm 13, 12). El apóstol Pablo nos exhorta a despojarnos de las obras de las tinieblas, a revestirnos de las armas de la luz, a revestirnos del Señor Jesús [cf Audiencia general 31-8-1983 (sp it po)], y a no preocuparnos de la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Preparémonos con esmero a la Navidad ya próxima, sobre todo orientando nuestra vida hacia Dios, con quien el último día nos encontraremos cara a cara, en el amor y en el gozo. «Estad preparados, porque a la hora que no penséis vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24, 44). Velad, pues, revestidos de Cristo. Nuestra salvación está próxima. Amén».
(2/4) Benedicto XVI, Homilía 2-12-2007 (ge sp en it po)
(3/4) Benedicto XVI, Ángelus 28-11-2010 (ge hr sp fr en it po)
(4/4) Benedicto XVI, Primeras Vísperas de Adviento 1-12-2007 (ge sp fr en it po); 27-11-2010 (ge sp fr en it po)
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LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones «ex cáthedra», existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que así iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la «piedra» en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).
LOS ENLACES A LA NUEVA VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).