Estamos a punto de celebrar el Día de la Iglesia Diocesana. ¿En qué pone el foco este año?
Es un día de fiesta, de celebración, en el que recordamos y agradecemos nuestra pertenencia a una comunidad cristiana. Hoy no es fácil reconocerse como creyente en muchos ambientes y la vivencia de la fe se va relegando al ámbito privado. Santiguarse en el avión antes de despegar, introducir a Dios en una conversación o bendecir la mesa en un restaurante puede dar cierto reparo. A veces, se experimenta un sentimiento de vergüenza por el hecho de ser cristianos. Algunos jóvenes dicen que no está de moda. Frente a esta realidad, la campaña de este año, con el lema Orgullosos de nuestra fe, muestra un sano orgullo por lo que somos y hacemos. Con humildad, sin ninguna pretensión de superioridad, pero convencidos de que Cristo y el Evangelio hacen de este mundo un lugar más humano, justo y fraterno.
¿A quién se dirige la campaña?
Puede tocar el corazón de muchos creyentes e incluso de aquellos que se han alejado de la práctica religiosa. Este día permite reconocer y agradecer todo el bien que la Iglesia hace. Solo unos datos: en España hay más de 22.000 parroquias al servicio de la sociedad; los sacerdotes, voluntarios y laicos destinan más de 40 millones de horas al año a actividades pastorales. Además, los centros asistenciales atienden a más de cuatro millones de personas. No cabe duda de que el anuncio, la celebración y la vivencia de la fe son un motivo de gratitud y alegría en un mundo sediento de esperanza.
¿Y cuál es el objetivo?
El principal objetivo es reforzar el sentimiento de pertenencia de los creyentes. No es sencillo mostrarse como cristiano en un momento en el que la Iglesia aparece vinculada mayoritariamente a acontecimientos negativos, con una sociedad marcada por una profunda secularización. Según un estudio de IPSOS, solo un 44 % de la población española se declara ya católica. En este contexto, la campaña invita a quitarnos ese complejo de inferioridad, esa vergüenza, y a reforzar el vínculo con la comunidad. Creemos que puede tocar el corazón de mucha gente, de los que están, los presentes, pero también de los ausentes y de los alejados. Debe ser una oportunidad para que los creyentes veamos que no estamos solos, que somos parte de una gran familia de la que nos sentimos orgullosos. De alguna manera, también tiene que ser un momento para que los creyentes que participan en la vida de la Iglesia se replanteen cuál es el vínculo con su comunidad y cómo se materializa. Las comunidades pueden ser más reducidas, pero con un mayor compromiso.
Cuando se habla de sostenimiento puede parecer que solo se trata de recursos económicos, pero no es así, ¿verdad?
La actividad de la Iglesia se sostiene gracias a ese ejército de miles de voluntarios que ponen al servicio de la comunidad su tiempo, su oración y sus talentos. Ahí no hay una cuestión económica, pero es esencial para el anuncio, la celebración y la vivencia de la fe. Los donativos son también importantes, porque la Iglesia no vive del aire. Aunque tiene una misión divina, opera en este mundo y necesita recursos para cumplirla.
¿Qué peso tiene la casilla del IRPF en la financiación de la Iglesia?
A día de hoy, supone aproximadamente un 22 % de los ingresos. El resto procede de colectas y aportaciones de fieles y personas de buena voluntad que, sin ser creyentes, valoran y reconocen que la Iglesia es un actor social de primer orden. Si la Iglesia cerrara las puertas de sus centros durante 24 horas, habría un problema. En este sentido, más allá de la campaña de la Declaración de la Renta, se está tratando de impulsar la corresponsabilidad como forma de vida, un compromiso integral con la Iglesia que incluye pero trasciende lo económico y donde entran otras cuestiones como las cualidades, el tiempo y la oración. Es una corresponsabilidad que surge de la gratitud por lo que Dios nos ha regalado. Entonces, ese compromiso no es a regañadientes, ni fruto de la respuesta a una Iglesia pedigüeña, sino que brota de manera natural.
Precisamente, este año han iniciado un programa piloto de corresponsabilidad parroquial. ¿De qué se trata?
Como dice el papa Francisco, vivimos un cambio de época y no vale seguir haciendo lo mismo. En un contexto en el que la población católica se reduce en España, entendemos que hay que invitar a este compromiso cristiano como una forma de vida que exige, en primer lugar, un liderazgo pastoral. Necesitamos sacerdotes, religiosos y laicos capaces de llevar a cabo esa tarea, que fomenten el compromiso de manera integral. Este programa es una primera experiencia que surge también de la demanda de las diócesis y parroquias. Se trata de ir poniendo una semilla para que, poco a poco, se produzca un cambio de cultura entre las propias comunidades, de modo que adquieran conciencia de que tienen que sostener a sus miembros, como pasa en una familia. No se trata de una campaña de captación de fondos, sino de integrar el sostenimiento en una visión más amplia que fomente la participación y la rendición de cuentas. Aquellas parroquias en las que hay un liderazgo pastoral consistente, donde el párroco hace equipo y todo el pueblo de Dios tiene su sitio, el compromiso de los fieles aumenta, también económicamente.
Se trata, entonces, de formar líderes.
Hacen falta líderes inspiradores, personas con corazón pastoral que puedan desarrollar las vocaciones, los carismas y los ministerios que ya existen en cada comunidad, muchos de los cuales están pendientes de descubrir y, a partir de ahí, se puedan revitalizar. Dentro de ese liderazgo está la acogida y la integración. Las parroquias ejercen hoy un papel de vertebración del territorio. Ahí son un faro, una luz en medio de ciudades y pueblos.
¿Cuáles son los principales retos del sostenimiento de la Iglesia?
Que cada comunidad sea sostenible. Y dentro de este gran reto, hay varias líneas de trabajo. Una más de comunicación, que busca sensibilizar, sobre todo a la opinión pública, en un momento en el que la Iglesia solo es noticia por cuestiones negativas. La imagen que existe de la Iglesia no se corresponde con lo que la Iglesia es y hace. Por tanto, hay que trabajar para que la identidad y el quehacer de la Iglesia coincida con su imagen. Que se nos perciba como somos, ni mejor ni peor, con nuestras luces y sombras. Ahí hay una labor de pedagogía y comunicación. Si uno piensa que una realidad es oscura, no se va a acercar a ella ni mucho menos a comprometerse. Por eso, las campañas de comunicación son tan importantes. Luego está la línea que ya hemos mencionado antes de la corresponsabilidad como forma de vida, potenciando el compromiso de los fieles.
Hay muchos que siguen creyendo que la Iglesia es rica o tiene mucho dinero o patrimonio.
Son resistencias. Por ejemplo, la Iglesia necesita patrimonio para poder cumplir su misión. El anuncio, la celebración y la vivencia de la fe requiere de bienes inmuebles. La Iglesia no es un cúmulo de tejas, sino que somos piedras vivas. Tampoco busca maximizar beneficios, sino que busca el compromiso integral de los fieles y de las personas de buena voluntad para poder cumplir su misión. Y esto requiere de tiempo, cualidades, oración y apoyo económico. Destaco siempre la cuestión de la oración, porque ya lo dejaron escrito los obispos españoles en una instrucción pastoral en 1988, cuando dicen que, en última instancia, quien sostiene a la Iglesia es Jesucristo. No hay que perder la perspectiva divina, porque a veces existe una tentación humana, y comprensible, de desanimarse, pensando que cada vez somos menos.
Orgullosos de nuestra fe.
Estamos orgullosos de lo que somos y hacemos, convencidos de que nuestra fe no es algo vacío, sino lleno de esperanza porque viene de Cristo.
¿Cómo han cambiado las aportaciones económicas de los fieles a lo largo de los últimos años?
Aunque el dinero en efectivo sigue ocupando un lugar destacado en las colectas —en muchos lugares sigue siendo la opción mayoritaria—, su disminución ha disparado las donaciones a través de medios digitales. Los fieles no viven en una burbuja, sino en medio de una sociedad marcada por el auge del comercio electrónico y la existencia de nuevos hábitos de consumo, lo que se ve reflejado de manera natural en el modo en que colaboran con su parroquia. El dinero en metálico sigue teniendo un papel fundamental en las colectas, pero Bizum, los monederos electrónicos, el pago sin contacto a través del teléfono móvil o el reloj inteligente son alternativas cada vez más habituales en la vida de la gente. Es importante estar a la vanguardia. Tenemos un ejemplo ilustrativo con el portal de donativos donoamiiglesia.es, que a raíz de la pandemia y de los confinamientos de 2020 multiplicó por cinco su recaudación. El portal cerrará este 2023, probablemente, con una recaudación cercana a los seis millones de euros. Debemos seguir innovando para ofrecer sistemas de donativos versátiles. La experiencia dice que con la donación digital desaparece la calderilla y se aporta más.
¿Cuesta comprometerse de forma periódica?
En el portal de donativos, donde se puede donar a las 22.947 parroquias que hay en España, las donaciones periódicas superan el 90 %. Esto es una buena noticia porque ayuda a elaborar presupuestos y las comunidades pueden tener así una planificación económica y financiara. Se detecta una tendencia al alza, pero hace falta todavía una mayor sensibilización. También es relevante informar de las importantes deducciones que existen al donar a una parroquia, como sucede con otras entidades sin ánimo de lucro: de los primeros 150 euros, el donante puede deducirse el 80 %. Es decir, está poniendo 30 euros frente a los 150 euros que recibe la entidad. Actualmente, estamos trabajando en la mejora tecnológica para que los donantes dispongan de un área privada en el portal y puedan gestionar directamente su colaboración, adaptando su cuota a las posibilidades que tenga en ese momento. En definitiva, se trata de ayudar a que la corresponsabilidad se viva de la forma más completa posible, porque la Iglesia vive de la oración, el tiempo, las cualidades y el apoyo económico de millones de personas.