La archidiócesis de Valladolid, con su arzobispo al frente, Luis Argüello, presentó este miércoles el proyecto Somos luz en misión para seguir dando respuestas a los abusos sexuales y otras formas de violencia ejercida sobre las personas. Un texto que, además de buenas prácticas y un protocolo, añade tres líneas que seguir: educación afectivo-sexual, espiritualidad y madurez y la justicia restaurativa.
Nace en el seno del Servicio de Atención a Víctimas de Abusos (SAVA), que recibió cinco denuncias en los últimos años, y en el marco del Año Jubilar del Corazón de Jesús. «No solo vemos un problema, sino un misterio de iniquidad que precisa la propuesta de un misterio de gracia. Por eso, el proyecto solo encontrará sentido y eficacia en el marco general de la acción evangelizadora de la diócesis», señala en la presentación del proyecto el propio Argüello.
Además de un análisis de la situación a nivel social, Somos luz en misión pone el foco en la cultura de los buenos tratos y en la formación sobre esta cuestión de sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral. También pone negro sobre blanco todos los recursos a nivel civil y eclesial para asegurar el cuidado de los menores y plantea una serie de sucesos y cómo resolverlos, cómo escuchar a las víctimas, etc.
Pero más allá de las estrategias y protocolos, necesarios, la novedad de este documento reside en los apéndices que, como dice el arzobispo, «muestran las claves de fondo de la propuesta integral que ofrecemos». Son la antropología iluminada por Cristo, la espiritualidad y propuesta moral y la misericordia (verdad-justicia-perdón).
Educación afectivo-sexual
La archidiócesis de Valladolid propone el programa Aprendamos a Amar, que aborda la sexualidad como una educación para el amor, «ya que es el amor el que explica la sexualidad». «La sexualidad es un don que se recibe con la propia vida y ha de educarse, como el resto de nuestro ser, desde la infancia», explica Luis Argüello.
Espiritualidad y madurez moral
Según el proyecto, la prevención de los abusos también pasa por personas íntegras y con espiritualidad y moral enraizadas en cristo. Pone el énfasis en que en la persona crezcan las virtudes más fundamentales y llegue a un grado armónico y equilibrado de una integridad ética o moral. Y es sobre este fundamento sobre el que se recibe la llamada de Dios, «que enriquece a la persona» y la capacita. «La persona ha de crecer en madurez, en profundidad y generosidad, apartando los fines no rectos y los medios inadecuados. Esto requiere una libertad que se desenvuelve en la verdad, requiriendo la lucha y el esfuerzo personal», recoge el documento. También juega un papel importante la gracia de Dios, que «ilumina y esclarece el entendimiento y, a la vez, sana y fortalece la voluntad». Aquí aparecen los sacramentos y el acompañamiento espiritual. Por tanto, además de cuidar los espacios, hay que formar personas seguras, hijos de Dios que vean hijos de Dios, que tengan ayuda sacramental y de la gracia y un acompañamiento espiritual.
Encuentro, misericordia y restauración
La archidiócesis de Valladolid propone la justicia restaurativa, que «nace como una mejora a la hora de hacer justicia, centrada en las víctimas y en la reparación del daño causado a las mismas, así como a la propia sociedad». Presenta, en concreto, varias formas: encuentro con el infractor y la víctima, abordar la situación con el círculo de confianza de ambos y los círculos restaurativos, en el que participan agentes sociales que ofrecen su visión y ayuda.
«La Iglesia es signo e instrumento del perdón y la sanación de Jesucristo en medio del mundo. Por ello, nuestro proyecto Somos luz en misión quiere ensayar este camino desde la misericordia, categoría central de la vida cristiana. No se trata de ofrecer un perdón barato, sino de proponer un camino que facilite el reconocimiento de los hechos en toda su verdad y que genere un ambiente de perdón que permita ahondar en esa verdad, dar pasos mayores de reparación y, si Dios lo quiere, llegar a la reconciliación. Esta propuesta, con fuertes resonancias pascuales, de muerte y resurrección, es genuinamente evangélica, y un proyecto eclesial no puede renunciar a ella», recoge.