Laudato si y nueva evangelización, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
Como dos alas que permiten a la razón humana conocer para encontrarse con Dios, a quien aspira, se dan cita en la nueva encíclica del Papa Francisco la ciencia y la fe.
Lo que llamamos cambio global, eje estratégico de estudio para entidades como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas –creado por científicos católicos-, que incluye cuestiones tan candentes y de actualidad como el cambio climático o calentamiento progresivo relacionado con la actividad humana, es el marco de deterioro en el que se sitúa Francisco para alcanzar el meollo original de esta problemática.
Digo original porque tiene que ver con el más que famoso pecado original, el cometido por Adán y Eva, que víctimas de un engaño –como Jesucristo señala desde la cruz “perdónales, Padre, no saben lo que hacen”- y seducidos por Satanás mediante el empleo de la belleza de ser dios representada en el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, abandonan a Dios. Esta es la raíz del cambio climático: en el corazón del hombre, o sea, de todos y todas, se instala no la voluntad de Dios revelada en su ley, la Torá, los mandamientos, el decálogo o las diez palabras de vida, sino la voluntad del hombre herido de muerte al abandonar a Dios y dejar de percibir su amor, y condenado a no quererse más que a sí mismo. Dice Francisco La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.
Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que « gime y sufre dolores de parto » (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7)”. El verdadero antídoto es la nueva evangelización. Ya que el hombre ha perdido la posibilidad de descubrir a Dios a través de su creación, la nueva creación viene por la escucha del anuncio del evangelio, el kerigma, que hace presente y actuante a uno que ha vuelto del cementerio, que ha vencido la muerte y es Señor, es decir, puede vencer la muerte en nosotros y devolvernos a la relación original con Dios, Jesucristo resucitado que es espíritu vivificante.
La ciencia ecológica ha sido desarrollada en España por científicos católicos de primera magnitud internacional como Fernando González Bernaldez http://www.revistaecclesia.com/catolicos-y-cientificos-fernando-gonzalez-bernalder-por-alfonso-v-carrascosa-cientifico-del-c-s-c/ o Ramón Margalef http://www.revistaecclesia.com/catolicos-y-cientificos-ramon-margalef-por-alfonso-v-carrascosa-cientifico-del-csic/, que recibió un premio llamado “Cantico delle creature” , como la obra homónima de san Francisco en la que está el texto que dá título a esta nueva encíclica.
En esta encíclica de fácil lectura se descubren puntos coincidentes, una vez más, entre ciencia y fe, pero también que el mensaje del evangelio va más allá de la solución que se propone desde ideologías ecologistas –que igual promueven el aborto que apoyan los programas de esterilización para países en desarrollo- de que hay unos malos ricos que son los culpables y que hay que quitar de en medio. La tarea de preservar la Tierra es de todos y todos necesitamos de la nueva evangelización para ser sanados de raíz en lo profundo de nuestro corazón donde debe habitar el amor de Dios, el Espíritu Santo, que será el que nos capacite para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, respetando el medio ambiente en el que debe vivir y el cual le es imprescindible.