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Nicaragua: Navidad en medio de la persecución

Un sacerdote nos cuenta desde dentro del país y de forma anónima para evitar represalias cómo afrontan la venida del Niño Dios con las limitaciones a la libertad religiosa

La Navidad no solo es alegría y esperanza. La Navidad es también cruz y persecución. En los relatos evangélicos encontramos, en primer lugar, cómo María y José no encuentran posada para alumbrar a su hijo, que acaba naciendo en un establo, y también la huida a Egipto para evitar que la matanza de los inocentes alcanzara al hijo de Dios.

En Nicaragua lo vienen experimentando todos los días, especialmente en estas fechas, desde abril de 2018, cuando el régimen de Daniel Ortega decidió responder a una ola de protestas con represión. Una respuesta que también ha alcanzado a la Iglesia y que, como al resto de la sociedad, ha coartado su libertad de manera paulatina. Se ha obligado a sacerdotes y obispos a salir del país, a algunos de los cuales se ha retirado la nacionalidad, se ha encarcelado a otros —entre ellos el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez— y se han restringido las manifestaciones religiosas en la calle. No es raro ver patrullas de la Policía a las puertas de los templos o infiltrados del régimen entre los fieles para grabar o tomar nota de las homilías de los pastores.

Por tanto, tampoco extraña que para entrevistar a un sacerdote que sigue desarrollando su labor pastoral en Nicaragua y nos cuente cómo van a vivir la Navidad haya que tomar unas cuantas medidas de seguridad. De hecho, la primera opción era que nuestro protagonista —que tiene que mantener el anonimato— escribiese un artículo, pero, por no dejar registro, optamos por una llamada a través de internet por un teléfono que casi siempre está apagado y a altas horas de la madrugada en el país centroamericano. «Hay un control grande sobre los sacerdotes y sobre la Iglesia. No hay una persecución abierta, pero sí es una persecución silenciosa que va en detrimento de la libertad religiosa», explica.

La Navidad y las fiestas previas no son una excepción para el Gobierno de Nicaragua. Y, sin embargo, y a pesar de las horas, el sacerdote refleja vitalidad y, sobre todo, mucha esperanza en su voz. «La Navidad es símbolo de esperanza, de que las fuerzas del mal no van a triunfar, de que el Señor custodia a su Iglesia y camina con su pueblo», afirma. Y por eso ve un regalo que doce sacerdotes hayan sido liberados hace algunas semanas y enviados a Roma. Espera también la pronta puesta en libertad del obispo Álvarez, del que dice es «un reducto de conciencia en nuestro país».

Un año más, las celebraciones de estas fechas no podrán tener su reflejo en el exterior del templo —no hay permiso para sacar imágenes en procesión—. No se dejará de celebrar la novena a la Inmaculada Concepción, patrona del país, la fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina, la novena al Niño Dios y, por fin, la Navidad. Pero no se podrán cantar en el atrio de la Iglesia el 7 de diciembre los tradicionales himnos a María, una tradición llamada La Gritería. Todo quedará restringido al interior del templo. «Intentaremos vivir una Navidad lo más parecido a lo que se venía haciendo. Tendremos la Misa de Navidad con primeras comuniones, queremos hacer una convivencia navideña con los miembros del Consejo Parroquial… En definitiva, vivir este tiempo lo más cristianamente posible sin enredarnos mucho en los fanatismos actuales, que tratan de desplazar la imagen del Señor», afirma el sacerdote.

A pesar de todo, está seguro de que llegarán tiempos mejores: «Al final, los poderes, el ser humano, no son eternos, y la Iglesia ha podido salir adelante a lo largo de más de 2.000 años. Ver la imagen de Jesús despojado también nos ayuda a reflexionar sobre cómo actuaba la Iglesia de nuestro país en otros tiempos, cuando nos creíamos infalibles, que lo gobernábamos todo. Y no es así. Tratamos de que la Iglesia sea en estos momentos símbolo de unidad y fraternidad, y, al mismo tiempo, de humildad», sentencia.

No es una coyuntura sencilla, pero este sacerdote ve una oportunidad para vivir el Evangelio «con radicalidad y dedicación». Y añade: «Una de las cosas que he aprendido es que no puedes ser un buen sacerdote si no sufres. Se comienza a serlo cuando hay sufrimiento y persecución, porque acudes a la oración, porque celebras la Eucaristía con mayor piedad y, sobre todo, te entregas a la gente. Si uno vive con todas las comodidades y facilidades, es muy difícil alcanzar la santidad. A mí esto me ayuda a poder enfrentar todas las situaciones».

Padre, ¿y qué le piden al Niño Dios en esta Navidad?
Que nos enseñe a ser hermanos y a soñar con la paz, y nos dé el regalo de la libertad.

¿Y a tantos cristianos que siguen con interés la situación de Nicaragua desde todo el mundo?
Que sigan rezando por nosotros, que acudan siempre a la figura maternal de la Virgen María en la advocación de la Inmaculada Concepción y, sobre todo, que recen para que no perdamos la esperanza. Dios es el único capaz de sacar cosas buenas de una situación compleja. Podemos experimentar tinieblas, dificultades y miedos, pero Dios nunca nos abandona, siempre está con nosotros. 

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