Francisco concluye con esta catequesis el ciclo dedicado a los vicios y las virtudes
Aunque la humildad no forma parte de la lista de virtudes cardinales y teologales, como ha recordado el papa Francisco durante la audiencia general de este miércoles, «está en la base de la vida cristiana». «Es la antagonista del más mortal de los vicios, es decir, la soberbia. Mientras el orgullo y la soberbia hinchan el corazón humano, haciéndonos aparentar más de lo que somos, la humildad devuelve todo a su justa dimensión: somos criaturas maravillosas, pero limitadas, con virtudes y defectos», ha subrayado en su catequesis, con la que cierra el ciclo de vicios y virtudes.
En su intervención, Francisco ha recurrido de forma continua a las Escrituras para ofrecer pautas que ayuden a liberarnos de la soberbia. Ha dicho con el salmista: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8).
También ha recurrido a las Bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos». Y ha comentado: «Es la primera Bienaventuranza, porque es la base de las que siguen: de hecho, la mansedumbre, la misericordia, la pureza de corazón surgen de ese sentimiento interior de pequeñez. La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes».
Y, finalmente, ha puesto como ejemplo a la Virgen María, que recibe el anuncio en una remota aldea de Galilea. «La heroína elegida no es una pequeña reina criada entre algodones, sino una muchacha desconocida: María. Ella misma es la primera en asombrarse cuando el ángel le trae el anuncio de Dios», ha recogido Francisco.
Aunque vivió momentos difíciles, de oscuridad en la fe, ha comentado el Papa, nunca hizo vacilar su humildad, «que en María fue una virtud granítica». «Esto quiero subrayarlo: la humildad es una virtud granítica. Pensemos en María: ella siempre es pequeña, siempre desprendida de sí misma, siempre libre de ambiciones. Esta pequeñez suya es su fuerza invencible: es ella quien permanece a los pies de la cruz mientras se hace añicos la ilusión de un Mesías triunfante. Será María, en los días que preceden Pentecostés, quien reúna el rebaño de los discípulos, que no habían sido capaces de velar ni siquiera una hora con Jesús y le habían abandonado cuando llegó la tormenta», ha agregado.
Así, Francisco ha concluido diciendo que «la humildad es todo» y lo es porque «nos salva del maligno y del peligro de convertirnos en sus cómplices». «La humildad es la fuente de la paz en el mundo y en la Iglesia. Donde no hay humildad, hay guerra, hay discordia, hay división. Dios nos ha dado ejemplo de humildad en Jesús y María, para que sea nuestra salvación y felicidad. Y la humildad es precisamente la vía, el camino hacia la salvación», ha concluido.