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Un Observatorio de lo Invisible para quienes buscan en lo sagrado «una verdad que se impone en su belleza»

La IV edición de la escuela de verano de arte y espiritualidad de la Fundación VIA reunió en el Monasterio de la Santa Espina, en Valladolid, a 160 artistas de diferentes disciplinas.     

Observatorio de lo Invisible. Un oxímoron sublime que resume el ansia irreprimible del ser humano por alcanzar lo sagrado y que pide a gritos la asistencia del arte, vehículo privilegiado de las experiencias que desafían el reduccionismo cienticifista. Observatorio de lo Invisible. Acertado nombre, también, para un proyecto de la Fundación VIA, creada por un grupo de artistas de distintas disciplinas para la promoción del diálogo del arte con lo sagrado a través de la investigación, formación e intercambio de experiencias y conocimiento.

La Fundación tiene como patrono de honor al pintor y escultor Antonio López, y entre sus miembros se encuentran el compositor y director de orquesta Ignacio Yepes, el arquitecto Benjamín Cano, la pintora María Tarruella o el escultor e imaginero Javier Viver. Este último dirige la iniciativa del Observatorio de lo Invisible (OI), que define como «una escuela de verano de arte y espiritualidad, un programa en residencia en la que conviven artistas de las diferentes disciplinas y en la que pasan cosas». 

La edición de este año, la cuarta, tuvo lugar entre el 22 y el 28 de julio en el Monasterio de la Santa Espina, en Valladolid. Y el balance es más que positivo: «Ampliamos el número de solicitudes. Hemos sido capaces de acoger a más de 160 artistas de todas las edades y diferente procedencia geográfica, social, religiosa. Pero lo más importante es que se ha conseguido mantener la comunidad en gran medida. La pertenencia a una familia».  

Los alumnos se dividieron en diferentes talleres: Fotografía, Poesía, Arte Sonoro, Música Clásica, Teatro, Perfomance, Escultura, Cine y Pintura. El contenido de todos ellos se reúne en ese «pasan cosas» que decía Viver: sugerente apelación a lo invisible, a aquello tan difícil de aprehender y expresar como absolutamente necesario, nutritivo para el alma. «Habitualmente se catalizan procesos de creación que perduran durante el año», intenta concretar Viver, que, sin embargo, admite que «no es fácil de sintetizar todo lo que se vive en esa intensa semana».

Paz interior a través de la creatividad

Algo se puede atisbar en los comentarios dejados en la web del OI. «A través de la creatividad he encontrado una paz interior que no sabría que podría experimentar», explica una alumna anónima del Observatorio. «¡Esto es oxígeno!», exclama el prestigioso pintor y escultor Antonio López, que explica: «Ver a la gente más joven trabajando y poder intercambiar ideas, conceptos y aspectos de nuestro trabajo». «Estoy convencido de que me voy con una riqueza mucho mayor de la que traía», resume su experiencia el artista Santiago Yañez. 

La elección de la intersección del arte y lo sagrado es una apuesta por lo inefable. «El arte no funciona por deducción racional, sino por la presencia de una verdad que se impone en su belleza y es catártica. El que es tocado por la belleza quiere vivir esa felicidad en su vida. Y eso basta», sostiene Viver. 

Pero hay que suscitar la pregunta para que esa verdad pueda revelarse. Viver recuerda que la Fundación Vía «surge para promocionar el arte actual en relación con lo sagrado. En una sociedad secularizada, sin sentido, el arte y la espiritualidad se ha convertido en un tesoro, una rara avis. Parece mentira cuando el 90% del Museo del Prado es arte sacro…» ¿Hasta qué punto es posible recuperar la tradición del arte como diálogo con lo sagrado tras siglos de secularización? Viver cree que hay una demanda al respecto en la sociedad actual: «Cuando abrimos la primera convocatoria del OI, estábamos saliendo de la pandemia y hubo una avalancha de solicitudes. Cada año ha ido creciendo». 

Por eso, le parece «incomprensible que seamos los únicos. Si yo fuera una universidad abriría un programa o escuela de arte sacro muy innovador y tecnológico. Hay una clara demanda. En España la gente no quiere estudiar teología como en Alemania, pero sí arte sacro, iconosofía, liturgia y su relación con las artes y artesanías ampliadas por la revolución digital, la cerámica, la encuadernación, la pintura o el diseño textil, floral, sonoro. El arte sacro es una fuente de inspiración. Es el principal antídoto contra el hastío que genera nuestra cultura banal, gaseosa. Frente a una creciente falta de sentido, su atractivo es que ofrece verdades justas, bellas y estables, es una experiencia vital». 

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