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Los obispos llaman a «cuidar de la ‘casa’ natural, pero sin considerarse como el centro absoluto del universo»

La Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social ha hecho público su Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que la Iglesia celebra desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre

El verano se antoja una época ideal para disfrutar de la naturaleza. El ocio al aire libre permite, además de multiplicar el placer del descanso, una conexión diferente con la realidad que nos circunda y de la que, lamentablemente, el ajetreo del día a día nos aleja. Precisamente en este momento propicio, los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social de la Conferencia Episcopal Española han hecho público su Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que la Iglesia celebra desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís, patrono de la ecología. 

El tema de la Jornada, «Esperanzar y actuar con la creación», hace referencia a la Carta de San Pablo a los cristianos de Roma (Rom 8, 19-25), en el que un asunto de tanta actualidad como el medioambiente se ilumina y presenta el significado profundo de la esperanza cristiana. En su mensaje, los obispos recuerdan que «la visión cristiana del mundo destaca la posición central del hombre dentro de la creación y su relación con el entorno natural». Así, el ser humano está llamado a «cuidar de la ‘casa’ natural, pero sin considerarse como el centro absoluto del universo, a la vez que reconoce su interdependencia con otros seres vivos y el medio ambiente del que él mismo forma parte». 

Este valor singular del ser humano en relación a las demás criaturas, matizan, «forma parte de la misma dignidad humana», que «remite al mismo tiempo a la bondad de los demás seres creados». Para explicar esta circunstancia, se remiten a la declaración «Dignitas Infinita», del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que sostiene que estos otros seres «existen no solo en función del ser humano, sino también con un valor propio y, por tanto, como dones que le han sido confiados para ser custodiados y cultivados». Por eso «no es irrelevante para nosotros que desaparezcan tantas especies, que la crisis climática ponga en riesgo la vida de tantos seres». 

El cuidado del ambiente pertenece a la dignidad humana

Pertenece, de hecho, a la dignidad del hombre «el cuidado del ambiente, teniendo en cuenta en particular aquella ecología humana que preserva su misma existencia». Porque, en definitiva, «todo ello forma parte de la esperanza cristiana, que se presenta ante la sociedad como una verdadera propuesta activa y alternativa», y se fundamenta en la convicción de que, como añade la citada declaración, «todos los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios y recreados en el Hijo hecho hombre, crucificado y resucitado, están llamados a crecer bajo la acción del Espíritu Santo para reflejar la gloria del Padre».

Citando la «Carta Encíclica Laudato Si» de Francisco, el mensaje de los obispos concluye que en esta esperanza dinámica e histórica se vislumbran «los cielos nuevos y la tierra nueva» (Ap 21,1), ya que al ser humano, «dotado de inteligencia y amor y guiado por el Espíritu de Dios, se le ha concedido el don de poder realizar el bien y desde él  conducir a todas las criaturas de vuelta a su Creador, pues todas las criaturas avanzan con nosotros y a través de nosotros hacia un punto común de llegada, que es Dios, en esa plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todas las cosas».

El Papa ha dirigido un mensaje para esta Jornada, y la Iglesia española ha querido adherirse a dicho evento a través de este mensaje de la Subcomisión Episcopal que subraya el del apóstol Pablo: «Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto» (Rom 8, 22). Este gemido, «fruto del pecado y su dolor», explican los obispos, «afecta a toda la realidad creada y se hace presente transversalmente en toda la historia; y en el hoy, este drama se hace sufrimiento en las injusticias del mundo, en las guerras fratricidas que la humanidad soporta y contempla continuamente en muchos lugares del mundo, en la creciente contaminación del entorno vital -el hogar universal-, en la `madre tierra’, violentada y devastada, que se vuelve así inhóspita y, en muchos casos, mortal para los más pobres y débiles de la humanidad».

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