«La salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia», ha dicho en una nueva catequesis sobre los vicios y virtudes
Las audiencias generales han vuelto este miércoles a la plaza de San Pedro, aunque el papa Francisco no ha podido leer la catequesis por los problemas de salud que arrastra desde hace algunos días. Esta semana, ha completado sus reflexiones sobre los vicios con la soberbia, de la que ha dicho es «de todos los vicios, la reina». «En este mal se esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios», ha añadido.
Tal y como ha subrayado, citando la Divina Comedia de Dante, quien cede a este vicio «está lejos de Dios, y la enmienda a este mal requiere tiempo y esfuerzo, más que cualquier otra batalla a la que esté llamado el cristiano».
Así, el papa ha recorrido los síntomas o características que hacen que una persona haya caído en este vicio, como si fuese «un mal con aspecto físico evidente». Por ejemplo, ha señalado que el hombre orgullo es altivo, un hombre fácil de juzgar, pues por nada emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen incapaces e ineptos.
«Te das cuenta de que estás tratando con una persona orgullosa cuando, si le haces una pequeña crítica constructiva, o un comentario totalmente inofensivo, reacciones de forma exagerada, como si alguien hubiera ofendido a su majestad: monta en cólera, grita, rompe relaciones con los demás de forma resentida», ha explicado.
Con todo, el Pontífice da el remedio: la humildad. «La salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia», ha subrayado. En su opinión, es inútil robarle algo a Dios, como esperan los soberbios, porque «él quiere regalarnos todo». «Por tanto, queridos hermanos y hermanas, aprovechemos esta Cuaresma para luchar contra nuestra soberbia», ha concluido.
