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¿Una pastoral de métodos o una pastoral de procesos?

*Manuel Sánchez Monge es obispo emérito de Santander

Se me pide desde ECCLESIA mi experiencia como obispo emérito. He pasado a esta nueva situación hace muy pocos meses. Echo en falta la relación con tantas personas en mi vida anterior, pero procuro hacerme a mi nuevo papel en la Iglesia con paz y con alegría. La vida activa de un obispo no es fácil, pero es apasionante. Predominan las alegrías frente a las preocupaciones. Todo se encaja desde una fuerte vida de unión con el pastor de los pastores. 

Me parece oportuno comentar aquí dos de las grandes preocupaciones y ocupaciones en mis años de obispo en las diócesis de Mondoñedo-Ferrol primero y en la de Santander después. 

Es verdad que hay que tratar con mucho cariño a los católicos que permanecen en la Iglesia en estos tiempos difíciles, pero los profundos cambios actuales —se habla de un cambio de época— nos están empujando a un compromiso fuerte con la nueva evangelización. La convocó san Juan Pablo II, el papa Benedicto XVI hizo hincapié en que debíamos partir de cero, sin dar nada por supuesto. Y que el encuentro personal con Cristo tenía que ser el punto de partida y el eje que le diera consistencia. El papa Francisco, por su parte, completó el camino de sus predecesores, señalando la dimensión misionera como esencial y trazó en Evangelii gaudium un plan de acción para toda la Iglesia.

En este ambiente, han nacido diversos métodos o herramientas de nueva evangelización, especialmente de primer anuncio, como Cenas Alpha, Lifeteen, Emaús, Células de evangelización, Proyecto Amor Conyugal, Effetá, etc… Todos ellos representan un soplo fresco de vitalidad para la Iglesia y una oportunidad para centrarse en lo fundamental: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo e itinerarios de discipulado renovados. He tratado de promoverlos, acompañado por sacerdotes, consagrados y seglares, en las diócesis que he presidido. 

Pero esta novedad eclesial no está exenta de problemas y deficiencias. No se trata de nuevos movimientos eclesiales. Los métodos de nueva evangelización son transversales: todos pueden participar en ellos, según su edad y condición, porque vienen de las parroquias y vuelven a ellas para seguir el proceso de ser engendrados como hijos de Dios. 

Tote Barrera, que fue responsable de Cenas Alpha en España, ha denunciado cómo mucha gente de Iglesia va de método en método de primer anuncio, sin llegar a pertenecer a ninguna comunidad cristiana. Se instalan en la cultura de consumismo y subidón espiritual y, como mucho, terminan enganchándose en el voluntariado de alguno de los métodos que han vivido. Esto provoca una cierta endogamia y convertir los métodos de primer anuncio en pseudo movimientos. Esta es la pobreza de una pastoral centrada en métodos y no en procesos. 

Las experiencias de primer anuncio deben servir para crear discípulos de Jesucristo y hacer comunidad cristiana en salida misionera. Terminan siendo experiencias eminentemente subjetivas que corren peligro de apagarse al ritmo que desaparecen las emociones. El primer anuncio ha de completarse con el resto de los itinerarios: acompañamiento, formación y compromiso de fe en la sociedad. Engendrar un hijo en la fe conlleva la obligación de acompañarlo, alimentarlo y educarlo hasta que alcanza la madurez. No podemos engendrar hijos de Dios sin hacernos cargo de ellos. Y crecer y madurar en la fe es un proceso sostenido en el tiempo. Las comunidades cristianas requieren una conversión profunda y mucho más trabajo de parte de todos: pastores, consagrados y laicos. En mi última etapa como obispo de Santander he insistido mucho en ello.

La otra gran preocupación mía en los años de pastor de la diócesis de Santander ha sido el diálogo con la sociedad actual, sobre todo, en los campos de la relación fe y ciencia, fe y cultura. Mis artículos en El Diario Montañés y El Debate principalmente han versado sobre la inteligencia artificial, la ética de los cuidados, las redes sociales, los populismos, los ídolos posmodernos, educar los sentimientos, el emotivismo, la fragilidad de los vínculos, la agenda 2030, la autoestima, el invierno demográfico, el ecologismo, etc. He procurado proponer mi visión de estos temas acompañándola de una ligera iluminación desde la fe católica.

En este empeño, sigo ocupándome, además, de ayudar pastoralmente en la archidiócesis de Valladolid, donde vivo habitualmente muy bien acogido por mi hermano el arzobispo don Luis Argüello y por los sacerdotes, consagrados y fieles laicos en general. Por supuesto que también prestaré ayuda en la diócesis de Santander, de la que soy emérito siempre que su nuevo obispo don Arturo Ros me la pida. 

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