Reabre Santa Maria sopra Minerva, que, además, fue cuartel napoleónico y conserva los restos de santa Catalina de Siena
Para muchos peregrinos y turistas, la basílica de Santa Maria sopra Minerva ha sido un misterio durante años. Permanecía cerrada, inmersa en unas obras de restauración que aún hoy en día prosiguen. De vez en cuando, los frailes dominicos que gestionan el templo abrían los portones principales y se podía intuir desde fuera cómo progresaban los trabajos y cuán majestuosa era la iglesia pese a andamios y material de obra.
Situada junto a uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad Eterna, el Panteón de Agripa, Santa Maria sopra Minerva llama la atención por su fachada compacta y cerrada frente a la que se erige uno de los nueve obeliscos egipcios de Roma. Es digna de mención también esta pieza, que data del siglo IV antes de Cristo y que descansa sobre la escultura de un elefante realizada en el siglo XVII por Ercole Ferrata a partir de un diseño de Gian Lorenzo Bernini. Fueron los frailes dominicos quienes hallaron el obelisco y encargaron a Bernini la factura de este elefantino.
La basílica de Santa Maria sopra Minerva es uno de los pocos ejemplos de arquitectura gótica italiana en Roma si bien su fachada es predominantemente románica. Se erige sobre lo que en época romana eran tres templos dedicados a Minerva, Isis y Serapis. Junto a estos templos se encontraba una pequeña iglesia que el papa Zacarías regaló a unas monjas de Constantinopla. Después pasaron por allí los benedictinos y, a continuación, los frailes predicadores. Estos últimos propiciaron la construcción de la basílica como la vemos hoy en día gracias a los fondos donados por el papa Bonifacio VIII y los fieles romanos.
Como la propia ciudad, la basílica ha sido víctima y testigo de los tiempos. Así, por ejemplo, entre los siglos XVIII y XIX, durante la ocupación francesa de Roma, el convento anexo fue utilizado como cuartel, lo que provocó al complejo grandes daños. En el verano de 2019, comenzaron unos intensos y delicados trabajos de restauración del interior, que se han ocupado de poner a punto los frescos renacentistas o la decoración barroca de una de las iglesias donde se concentran nombres fundamentales de la historia del arte, desde Miguel Ángel pasando por el beato Angélico, Antoniazzo Romano o Bernini.
La basílica no está abierta por completo al público. Tan solo se puede visitar la nave central. Por eso, ahora solo se puede apreciar desde lejos el majestuoso Cristo Resucitado de Miguel Ángel o la capilla donde están las tumbas del beato Angélico o de santa Catalina de Siena o los monumentos funerarios dedicados a los Papas Medici, Lorenzo X y Clemente VII.
Cada metro cuadrado de la basílica y el convento condensan historia. El proceso de Galileo Galilei terminó en las salas del complejo. En ese lugar, el científico pronunció su renuncia a la teoría copernicana ante los cardenales del Santo Oficio el 22 de junio de 1633. Unos años antes, en 1628, un decreto pontificio había designado el convento como una de las sedes para la actividad inquisitorial.